Según los psicólogos y expertos, el verdadero motor de un relación tóxica no es la amistad, sino el poder. Estas personas suelen tener influencia sobre el otro, manipulándolo para satisfacer sus necesidades mientras erosionan la autoestima del contrario y lo convierten en una persona sumisa y con sentimiento de culpabilidad e impotencia, ya sea con nuestro consentimiento o con nuestra pasividad. Lo que nos lleva a situarnos en este lugar de sumisión es básicamente una falta de autoestima o también un patrón que se ha aprendido en la infancia y que se ha visto como normal.
A menudo nos lleva un tiempo darnos cuenta de que estamos inmersos en una relación tóxica e incluso podemos intentar buscar explicaciones plausibles o a quitarle importancia al asunto. Lo más importante una vez hemos identificado el problema es cortar por lo sano, aunque también suele ser la parte más complicada porque nos pueden invadir sentimientos de culpa o podemos llegar a pensar en lo mucho que queremos a la otra persona.
Aunque al principio puede ser difícil abandonar este tipo de relaciones, a largo plazo es el mejor paso que puedes dar en tu vida, porqué tú también mereces ser feliz y debes compartir tu vida con personas que realmente se preocupen por ti: las relaciones sanas te dan sensación de libertad y te aportan bienestar emocional. Para evitar relaciones tóxicas entrena tu autoestima, aprende a creer en ti y quiérete más.