“¡Nos vamos de relationshopping!”, algo así se podría decir cuando el personal se lanza al mercado de la carne que ahora es virtual, conectado y geolocalizado. Una práctica que sienta de maravilla a algunos y a otros menos. O unos pasan encantados una temporada pero después quieren algo más. Tras mucho rodar por portales de búsqueda de pareja, la gente se confiesa agotada.
¿Y qué hay de la intuición?
Los portales de búsqueda de pareja han acelerado la confusión entre el sexo y el amor, sostiene el sociólogo Jean Claude Kaufman, de La Sorbona: “El problema es que queremos los dos, al mismo tiempo, sin darnos cuenta de que no son lo mismo”. Para la socióloga israelí Eva Illouz, autora del libro Por qué duele el amor. Una explicación sociológica(Editorial Katz, 2012), internet ha puesto demasiada racionalidad en el modo en que buscamos pareja y ha matado la intuición que durante muchos siglos guió los ritos del apareamiento: “El incremento de las opciones y de la libertad para elegir pareja nos hacen comportarnos como consumidores, exigiendo, comparando constantemente alternativas y buscando siempre la mejor opción de compra. La posibilidad de que exista siempre, al menos en teoría, una mejor opción que la que ya tenemos no nos hace más felices”, dice Illouz.
“La obsolencia programada ha llegado a la pareja. Estamos en la época de usar y tirar. Lo constato cada día en mi consulta”, opina la terapeuta de pareja Mariela Michelena, y agrega: “Si tienes miedo que el otro te deseche te abstienes de entregar cosas importantes, por eso el sexo ya no es lo que era, ha perdido su categoría de objeto valioso, ahora es más un divertimento, una práctica gimnástica”.
Nos van los imposibles
Un estudio que cita Pere Estupinya en su libro S=Ex2 (Debate, 2013), asegura que un 72% de los jóvenes en edad universitaria dice que al menos una vez se había arrepentido de su aventura la mañana siguiente. Pero en general los efectos de sexo casual, según la revisión del Kinsey Institute, son más positivos que negativos pues aportan satisfacción y bienestar físico, aunque en el apartado emocional el balance sea más confuso. Lo que sí parece claro es que lo queremos todo: tanto hombres como mujeres aspiran a la vez al romanticismo y a la diversidad sexual, a encontrar la cuadratura del círculo que permita la coexistencia entre el amor romántico y la promiscuidad. Nos van los imposibles.
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