Las parejas se pelean, esto es una realidad. Sin embargo, yo quiero ir un paso más allá: ¡Las parejas se tienen que pelear! Pero esto, ¿para qué? Porque las parejas tienen que aprender a pelearse. Sí, sí, no estás leyendo mal, yo desconfío de las parejas que no se pelean nunca, claro que tampoco pretendo que sea constantemente ni mucho menos.
Cuando conocemos a alguien que nos gusta y se lo contamos a un amigo, siempre hacemos hincapié en las cosas que tenemos en común con la otra persona: “Sabes qué, le gusta ir al teatro como a mí; le gusta viajar a los mismos lugares que yo y también coincidimos con nuestra forma de ver la política”. Por supuesto que eso es muy importante, siempre tienen que existir puntos de contacto y las coincidencias son fundamentales.
Tan importantes como las coincidencias son las diferencias, y eso, no todas las parejas lo saben
Las parejas están formadas por personas, y estas, a pesar de poder tener muchas cosas en común, siempre tienen algunas diferencias. Esas son precisamente las que generan desencuentros, y muchas veces, esos desencuentros se traducen en peleas. Entonces, si nos vamos a pelear porque los conflictos son inherentes a los vínculos, aprendamos a gestionar esas peleas para que no desemboquen en una crisis de pareja. Y para aprender a hacer algo, hay que hacerlo.
Aprender de una pelea
¿Qué tengo que aprender yo de una pelea si me parecen horribles? Bueno, siempre se puede aprender algo, es más, muchas veces las personas aprendemos más de los momentos malos que de los momentos buenos. Entonces, cuando discuto con mi pareja, yo tengo la oportunidad de descubrir cuáles son sus tiempos para que se le pase. Por supuesto que también tengo que estar atento o atenta a mis propios tiempos, pero conocer los del otro me va ayudar a entender de qué manera gestiona sus enojos y sus broncas.
Las formas de solucionar un conflicto también se pueden aprender peleando
Esto muchas veces aumenta los conflictos, porque cuando yo me peleo con mi pareja, quiero hablarlo enseguida, y mi pareja necesita más tiempo que yo y hablar inmediatamente puede agravar el problema para el otro. Las formas de solucionar un conflicto también se pueden aprender peleando. Mientras a mí me gusta pedir perdón con palabras si me doy cuenta que me he equivocado, a mi pareja le gusta pedir perdón en el lenguaje de los gestos y cuando se equivoca tiene un gesto lindo conmigo que se puede interpretar como un pedido de disculpas.
A pesar de que las diferencias entre las personas puedan tener una connotación negativa en general, yo creo que podemos verlas con una mirada más positiva, con una connotación positiva. Todo en la vida puede verse, como mínimo, como un riesgo o como una oportunidad. Desde este punto de vista, las diferencias con mi pareja me pueden presentan la oportunidad de enriquecerme y aprender algo diferente. Entonces puedo empezar a escuchar un tipo de música que antes no escuchaba, o puedo empezar a practicar un deporte que antes no practicaba. O también me puedo enriquecer a partir de otro punto de vista que yo no tenía y que he aprendido de mi pareja.
Capacidad crítica
Hoy también se sabe que hay puertas para entrar a una pelea, algunas que podemos evitar si las conocemos o que podemos empezar a manejar mejor si aprendemos a pelearnos. Una puerta fundamental es la crítica. Cuando hay un problema en una pareja, muchas veces, a la hora de expresarlo, terminamos criticando al otro y la ecuación se termina de completar con la defensa del que se siente criticado. Entonces, si yo lo critico, el otro se defiende y ahí ya tienes la fórmula perfecta para empezar una discusión.
Lo ideal es que cuando queremos plantear algo que nos ha molestado en la relación, no hablemos del otro, sino que hablemos de uno mismo, de lo que sentimos con eso que ha pasado
De esa forma es menos probable que el otro se defienda.
Además de todo lo expuesto hasta aquí, hay un concepto fundamental que surge a partir de estudios científicos sobre las relaciones de pareja: hoy se sabe que todas las parejas del planeta tienen problemas que tienen solución y problemas que no se pueden solucionar.
Lo primero que hay que entender respecto a esto, es que los problemas que tienen solución hay que tratar de solucionarlos porque el hecho de que tengan remedio no quiere decir que se solucionen solos. Entonces habrá que trabajar en esos problemas.
Lo segundo tiene que ver con los otros problemas, los que no tienen solución. Así como las personas luchamos contra problemas que vamos tratando de solucionar, pero no lo terminamos de hacer del todo, las parejas, al estar formadas por personas, también tienen estos problemas. Estos que no tienen solución están relacionados con aspectos estructurales de la personalidad de cada uno de los dos integrantes de la pareja que generan desencuentros constantemente. Por poner un ejemplo, se sabe que las parejas discuten por un tema, por ejemplo, la frecuencia en las relaciones sexuales, en el primer año de la pareja y en el quinto año también.
Los problemas que no tienen solución están relacionados con aspectos estructurales de la personalidad de cada uno
Por supuesto que dentro de estos problemas que no se pueden solucionar, hay algunos que presentan mayor gravedad y otros que son más cotidianos. El hecho de que uno de los dos sea muy desordenado y el otro todo lo contrario, muy probablemente no tenga una solución definitiva, pero es más simple como problema que el hecho de que uno de los dos quiera tener hijos y el otro no.
Lo que se aconseja siempre frente a estos problemas que no se pueden solucionar, es tratar de que no se estanquen, intentar que no se profundicen y a partir de eso se agraven hasta generar una crisis de pareja. Para eso, habrá que ver cómo se abordan esos problemas y también intentar cambiar la forma de plantearlos si la que se usa hoy genera muchos conflictos. Una herramienta que suele servir mucho es el humor. Introducir un poco de humor en esos temas puede ayudar a decir las cosas de otra forma y aliviar así la carga del problema.