La escritura tiene siglos de historia. Los primeros documentos escritos que se conocen son de los sumerios en la Antigua Mesopotamia, que fechan de 3300 aC, a través de la escritura cuneiforme, pero los jeroglíficos egipcios son de la misma época. La escritura siempre ha servido a algún propósito: ya sea el de informar, predicar o dejar constancia de la historia como en los textos religiosos, entretener con leyendas e historias de ficción como en las novelas o relatar experiencias personales como en los diarios.
Pero la escritura también puede ser una vía a través de la cual canalizar el dolor y superar la ruptura amorosa, se erige como una herramienta terapéutica. Puede ser una buena forma de sacar a la luz lo que llevamos dentro, desahogarnos, aclarar nuestros sentimientos o nuestras dudas, animarnos, conocernos mejor e incluso ayudarnos a tomar decisiones.
Por ejemplo, dicen que Goethe escribió “El joven Werther” en una sola noche para desahogar las penas por un amor no correspondido. En la escritura podemos volcar nuestras preocupaciones, miedos o conflictos al mismo tiempo que nos proporciona alivio o confort.
El objetivo de la escritura terapéutica no es demostrar tus habilidades literarias, sino expresar de forma silenciosa todo aquello que uno no sabe o no puede expresar en voz alta
La escritora, Diana P. Morales, que lleva más de 23 años como profesora de escritura y al frente de El Portal del Escritor, comparte cuatro ejercicios de escritura terapéutica para lidiar con el duelo de un amor.