Nacemos liberados de prejuicios. Con el tiempo, nos ponemos nuestros propios límites. Nos decimos que no somos capaces de determinadas cosas. Pero, ¿quién pone, realmente, las barreras de nuestro propio crecimiento personal? Si hay algo que nos limita es el tiempo, variando entre pasado y futuro. Aunque, más bien, se trata de nuestra propia percepción del tiempo. Aparece un nuevo año y ya estamos pensando en lo que no hicimos, en lo que deberíamos hacer antes de que se sucedan otros planes. Promesas, ajustes, metas que, al fin y al cabo, nos autoimponemos. Nosotros mismos creando nuestro universo mental ¿El resultado? Límites y más limites, tanto en el desarrollo personal como en las relaciones personales o los marcos laborales. Y es que, si alguien tiene la gran capacidad para el sabotaje, esos somos nosotros mismos. Tanto para lo bueno, como para lo malo. En el segundo caso, ya es hora de abandonar esos pensamientos o creencias limitantes que nos impiden crecer.
Pero, ¿qué son las creencias limitantes? Estos pensamientos son una percepción de la realidad que nos impide desarrollarnos como personas y alcanzar aquello que deseamos. Ideas que realmente no son ciertas pero que, tanto por la importancia que les damos o, por el tiempo que hace que conviven con nosotros, ya nos hemos acostumbrado a ellas. Tanto, que resultan totalmente realistas. En realidad puede ser algo con lo que hayamos convivido desde muy jóvenes o que se haya incorporado en nuestra vida a través de alguna experiencia u opinión.
De hecho, cuando crees que no puedes hacer algo el cerebro ya nos predispone para eso, no fluyen las ideas y la creatividad y el ingenio se estacan. Solo si cambias tus creencias y tu actitud, esto es, tu manera de mirar el mundo, podrás ver cómo todo mejora alrededor. Además, cuando entran en juego las creencias limitantes también influye nuestra percepción del miedo. Por eso importa mucho nuestra manera de mirar hacia el futuro. Si lo haces desde el miedo, desde la parte catastrófica y pensando en todo lo que puede ir mal, no dejarás espacio para que se generen ideas positivas.
En las creencias también influye mucho nuestro lenguaje. El cómo nos hablamos a nosotros mismos y a los demás. Pero en especial esa voz interior que habita en nosotros y que nos acompaña en nuestro día a día. Al habitar el lenguaje, siendo conscientes de qué y cómo lo decimos, nos convertimos en lo que el filósofo Luis Castellanos denomina "artesanos de nuestra propia vida" en su último libro 'El lenguaje de la felicidad. Cambia tu relato, transforma tu vida'. En el texto, el autor invita al lector a explorar y desarrollar su propio lenguaje de la felicidad, esas palabras que podemos aprender a utilizar para tener una vida mucho más feliz.
"Hay palabras y gestos que intervienen en la alegría y la felicidad. Lo importante es alcanzar esas ventajas del lenguaje positivo y palabras habitadas que interactúan con la existencia para tener una buena historia de vida", explica Luis Castellanos a través de su libro.
Pero, ¿cómo conseguimos modificar esa creencia que lleva tanto tiempo acompañándonos? La realidad es que no es tarea fácil, sobre todo implica autoconocimiento e interés por cambiar. Sin una introspección primaria será imposible que se genere un cambio. Lo primero, por lo tanto, es acercarnos a esa creencia limitante. Por ejemplo, el conocido "no puedo". No puedo hacer esto o aquello. Pregúntate cómo has llegado hasta ese pensamiento. Escucha tu experiencia y transforma el "no puedo" por un "sí". Parece fácil pero es un proceso que se debe practicar en el día a día, con constancia, solo así obtendrás verdaderos resultados. También es importante que dudes de esa creencia limitante y te preguntes, "¿de dónde viene?", "¿qué me aporta?". Una vez llegues al fondo de la cuestión, deberás repetirte, casi como un mantra, esa frase positiva que introduces para olvidar el no puedo o no soy capaz.
Presta atención a estas 8 creencias limitantes y cómo, prácticamente de manera inconsciente, acaban afectando a nuestra propia personalidad y a nuestra manera de entender el mundo. Y de ahí, desde esa responsabilidad que adquirimos con nosotros mismos, nace el quienes queremos ser, por encima de cualquier imposición limitante.