¿Qué hay antes de la felicidad?
El camino para entender qué es la felicidad consiste en darse cuenta de que no hay que esperar la felicidad en mayúsculas sino que la tenemos aquí y ahora, en las pequeñas cosas.
La leucemia acabó con la vida de tu hijo de poco más de cinco años.
Fue algo que cambió mi vida. Es triste tener que pasar por algo dramático para asumir esa conciencia de que no tenemos que esperar a la felicidad. Cuando pasamos por momentos difíciles es cuando somos verdaderamente conscientes de la importancia del instante y de la necesidad de aprovecharlo.
En tu novela varios personajes afrontan una terrible sensación de vacío que algunos logran superar pero otros no.
Creo que eso tiene que ver con lo que uno es antes de la tragedia. Yo sentía la alegría de vivir antes de la muerte de mi hijo y eso ayuda porque quieres volver a ese estado. Si inicialmente ya no tienes esa alegría puede costar recuperarla. Además, hay un trabajo de aceptación de esa pérdida pero en el que también se debe asumir que uno no se ha perdido a sí mismo.
La escritura fue tu terapia y lo es también para tu protagonista, Juliet.
Cuando mi hijo todavía estaba en el hospital empecé a escribir. Eso me ayudaba a canalizar todo lo que estaba viviendo. Pasé un tiempo sin hacerlo porque era demasiado complicado pero tras un tiempo sentí de nuevo esa necesidad. La escritura es un medio de expresión de las emociones pero también la música, la pintura o el deporte pueden ser de ayuda. Cualquier cosa que te haga sentir bien y que te hable en tu interior. Todos tenemos una manera propia para conseguir que las cosas salgan. Eso es lo verdaderamente importante, que todas esas sensaciones fluyan. Además, es vital saber pedir ayuda y ser resiliente, tener esa capacidad de sobreponerse.
Es fundamental tener un buen entorno.
Es importante conectar y saber protegerse. Ir hacia la gente con la que conectamos y alejarnos de todos aquellos con quienes la energía no fluye.
Además de la escritura, ¿qué más puede servirnos como tabla de salvación?
Tras la fase de gran tristeza uno puede recuperar la esperanza. A mí me ayudó mucho estar rodeada de grandes personas y de asumir que no tenía más opción, o apagarme del todo o continuar irradiando luz.
Escribes mucho sobre la necesidad y la importancia de llorar.
Un buen llanto es una descarga. Para mí es como una ducha que te limpia. Hay mucha gente que se priva de llorar pero retener esas lágrimas no es bueno, están ahí para brotar. Socialmente llorar no está bien visto, sobre todo a los hombres, que tienen la misma necesidad de expresar los sentimientos.
En tu novela explicas que no solo lloran los ojos.
En el libro la protagonista tiene pérdidas de orina cuando pierde a su hijo. Y eso es algo que sucede. En mi consulta de comadrona, tuve una paciente de 50 años a quien la reeducación del periné –el suelo pélvico– no le funcionaba y se debía a que no había hecho el duelo por la muerte de su marido tres años antes. Tras hablarlo y llorarlo, sus pérdidas de orina se redujeron. Cuando las emociones no pueden expresarse, el cuerpo habla.