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Agorafobia, pánico a estar ahí fuera

Desde ir al cine a adentrarse en un centro comercial. Introducirse en un lugar del que no se podría salir de forma inmediata provoca ansiedad extrema. Pero puede tratarse

Agorafobia panico a estar fuera
Agorafobia panico a estar fuera

¿Te angustia la mera idea de meterte en un autobús? ¿Sufres palpitaciones un sábado por la tarde en el centro comercial? ¿Buscas cualquier excusa para no acudir a conciertos porque te asfixia pensar en estar en un lugar con tanta gente? Si la respuesta es sí posiblemente padezcas agorafobia.

«Es el miedo y la evitación de lugares en los cuales resultaría complicado salir en caso de haber una emergencia o sufrir síntomas de ansiedad. No tiene por qué tratarse únicamente de sitios cerrados, sino de cualquier espacio donde la persona considere que las vías de escape son difíciles o que puede resultar complicado recibir ayuda en caso de necesitarla», señala Cristina García Gilabert, psicóloga en el Centre PiP (Servei de Psicologia i Pedagogia).

Lo que para el resto son situaciones cotidianas y exentas de peligro, como visitar un centro comercial, acudir a un restaurante, al banco o una oficina de la Seguridad Social, se antojan como monstruosas amenazas. El trastorno puede afectar también a viajar en transporte público. Incluso en vehículo privado. Entonces surgen las excusas, el rehusar todas estas situaciones amenazadoras. «Los niveles de ansiedad pueden llegar a ser tan elevados que llevan a la persona agorafóbica a recluirse en su casa», advierte la psicóloga Alicia Ribas, directora de Psicología y Neuropsicología Ibiza.

Paradójicamente la presencia de espectadores o gentío alrededor agrava la ansiedad. Cuando surgen los síntomas habituales de una crisis (sudoración, mareos, dificultades para respirar, sensación de ahogo, palpitaciones, molestias en el estómago, nauseas…) compruebas que al resto no le sucede nada por estar en el mismo sitio. Y, claro, tampoco entienden tu reacción.

Te ves sola entre la multitud y se intensifican los síntomas. De ahí que cada vez tiendas a salir menos. Internet te lo pone fácil. Puedes comprar online, entregar la declaración de la renta de forma virtual, realizar transferencias a golpe de click, teletrabajar… Puedes tirarte días sin poner el pie en la calle y seguirás cumpliendo con tus obligaciones ciudadanas. Pero te estás aislando.
 

Que es la agorafobia
 

¿Qué desencadena este trastorno?

Se desconoce su origen exacto. Suele apuntarse a alguna experiencia ansiosa en el pasado en un lugar público. Y se hace una regla de tres mental: si evito situaciones similares, no se repetirán los episodios de angustia. A unas malas, me enclaustro y así estaré segura. Y ahí te quedas, en el salón de casa fantaseando con todos los peligros que evitas en el exterior, agigantándolos, cultivando el miedo al miedo y acrecentando el pánico a salir ahí fuera. Imaginas tumultos, encerronas, estampidas, agolpamientos humanos.

Marcar en el calendario una fecha en la que sí o sí hay que salir –por ejemplo, unos análisis de sangre, ir al dentista o a un evento familiar– desencadena lo que los psicólogos denominan ‘ansiedad expectativa’: ansiedad ante la propia ansiedad.

Cuando no queda otra que poner el pie fuera de casa algunos optan tomar algún relajante o consumir algo de alcohol a la espera de lograr unos efectos relajantes. Error: no resuelve el problema y puede derivar precisamente en el efecto contrario del que se busca, con aturdimiento y hasta falta de coordinación en caso de evacuación.

Otros nada más llegar a su destino, se obstinan en localizar las salidas de emergencia o en situarse cerca de la vía de evacuación más cercana. Una conducta obsesiva que puede motivar la hostilidad de otras personas. Es el caso de quien se aposta justo a la entrada, taponando y obligando a otros ciudadanos a apartarlo para poder pasar.

¿Y qué hacer?

Prueba con las clásicas técnicas de respiración para relajarte. A continuación, valora de manera objetiva qué te impide adentrarte en esas situaciones y si tu miedo está justificado (¿tengo que agobiarme por estar en una calle repleta de gente durante la verbena? ¿es lógico que me entren sudores cada vez que tengo que esperar cola en el banco?).

García Gilabert apunta que la ansiedad no dura eternamente. Siempre que no la alimentemos. ¿Has intentado alguna vez nadar a contra corriente? Esto es parecido. «Debemos detectar la ansiedad pero no intentar controlarla o luchar con ella. En poco tiempo, remitirá». 

Enfrentarnos a nuestros miedos también es necesario, pero siempre de forma gradual. ¿Te aterra el metro? No lo hagas a las bravas. Nada de meterte en un vagón atestado en hora punta para cruzarte la ciudad. Ve paso a paso. Empieza acerándote unos días a la boca del mismo, sin entrar. Hazlo en horas de poca afluencia para no estorbar al resto de viajeros.

Cuando te sientas cómoda, baja las escaleras y acércate a la taquilla, a las máquinas expendedoras o a los torniquetes. No hay prisa. Tómate tu tiempo, puede ser cosa de días. Cuando te sientas segura baja hasta el andén, realiza una parada, luego dos, luego un trasbordo y así sucesivamente. ¿Ves que sola no puedes? Busca ayuda psicológica. Un profesional te dará las pautas y reforzará tus avances.

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