Vivir el asesinato de una madre durante la infancia; escaparse de adolescente y empezar una nueva vida como pastor de alta montaña; encontrarse con una tragedia natural y verse obligado a volver a empezar de nuevo; dejarlo todo y convertirse en un payaso de fama internacional, con un método de desarrollo personal que ha ayudado a centenares de personas a sanar sus viejas heridas. Y, todo eso, en una única vida. La que nos narra, en primera persona, Alain Vigneau en una autobiografía que te sacudirá de arriba abajo por su desgarradora honestidad y por su profunda humanidad.
“Vida de clown. La tragicomedia del ser” (Ediciones La Llave) no es un libro de autoayuda o de simple superación personal. Es pura filosofía e inspiración para volver a la esencia.
No queremos empezar la entrevista sin felicitarte por el libro, y no solo por el contenido sino también por la forma: además de ser un gran testimonio de resiliencia y de superación personal escrito con una grandísima sensibilidad y un profundo conocimiento de la vida, la autobiografía también destaca por su calidad literaria y poética. Nos has hecho pasar un tiempo de lectura precioso y conmovedor, Alain, ¡gracias!
Viviste prematuramente, e injustamente, la muerte de tu madre cuando eras un niño. Un hecho cuyo impacto condicionó tu infancia, tu juventud y tu madurez. Viéndolo en perspectiva, y ya de adulto, ¿consideras que la muerte es un tema demasiado tabú para los niños? ¿Cómo crees que deberíamos explicársela o ayudarles a procesarla?
En mi opinión, la muerte sigue siendo un tema tabú como otros grandes temas nucleares del vivir, que viene del propio miedo que sienten los adultos frente a la única absolutamente certeza de la vida. Muchos adultos creen proteger a los niños al no hablarles de la muerte, pero, finalmente, cuando ésta llama a la puerta de casa, el tsunami es aún mayor. En este sentido amo la presencia que en Méjico dan a la muerte (La Catrina) y a los muertos, en particular realizando un altar en cada casa con las fotos de los difuntos de la familia y sus comidas o bebidas preferidas. Esta cotidianidad da pie a poder hablar de ellos, de su muerte, pero también de su vida. Es hermoso.
Durante una década viviste como pastor de alta montaña, con unas condiciones de vida durísimas con las que la mayoría de nosotros no nos afrontaremos jamás. ¿La humildad fue la lección de vida más importante que aprendiste en ese periodo?
Sin lugar a duda la humildad fue una gran lección, así como la conciencia de la precariedad de la vida humana y de su interdependencia con otros fenómenos de la naturaleza. Una lección que la pandemia actual está poniendo de manifiesto.
Amar a la vida profundamente fue mi revancha. Y también mi cura.
¿Qué otras destacarías?
Yo era joven y perseguía un sueño: vivir en la montaña y vivir de lo que ella me ofreciera. Conseguir vivir aquel sueño, a pesar de las dificultades, fue una bella revancha sobre el destino.
También aprendí en la montaña que, aún por muy bien escondido que uno esté, lo que uno es siempre se pondrá de manifiesto, para bien o para mal. Mi locura y mis dolores, que creía haber despistado de tanto correr de un lado para otro, me encontraron, sentado delante del fuego de la chimenea en medio el bosque desierto.
Décadas después de dejar tu vida como pastor, ¿qué relación mantienes ahora con el campo o la naturaleza? ¿Es un refugio al que acudes regularmente?
Parte de mí sigue perdida en las altas montañas, buscando inspiración y sosiego. Y, aunque mis numerosos viajes no me dejan el tiempo suficiente para acudir a ellas, les pido el favor de ser mi último refugio, venido el momento.
La vida austera, cuando se elige, enseña grandes lecciones y un notable conocimiento del alma humana
La temprana muerte de tu madre, un desastre natural que te obligó a dejar de un día para otro tu profesión como pastor… Con todas las vicisitudes con las que te has ido encontrando a lo largo de los años, ¿no has tenido la tentación de abandonarte en el rol de víctima? ¿Cómo conseguiste mantener a flote tu determinación y tu pasión por la vida?
El dolor me persiguió durante tanto tiempo que se transformó también en una fuerza: me juré a mí mismo que no moriría sin haber vivido antes. Buscar la felicidad que las trágicas circunstancias me habían robado se convirtió en un eje vital de mi vida. Amar a la vida profundamente fue mi revancha. Y también mi cura, porque siempre elegí profesiones apasionantes, que me permitieron construir puentes con el mundo, por los cuales han cruzado miles de personas hermosas, que son las que acompaño con mi trabajo de Clown Esencial.
No tendría el derecho ni la capacidad de acompañar a otras personas a lugares tan íntimos si no hubiese cruzado algunos infiernos propios
¿Haber experimentado tanto dolor en el pasado hace que te sea más fácil conectar ahora con el dolor ajeno?
Sin lugar a duda, sí. No tendría el derecho ni la capacidad de acompañar a otras personas a lugares tan íntimos si no hubiese cruzado algunos infiernos propios. En mi primer libro “Clown Esencial, el arte de reírse de sí mismo” escribí acerca de cómo transformar nuestro pasado en nuestro patrimonio. Un recorrido de esta amplitud pide tiempo y paciencia, pero permite entender que no somos tan diferentes y que lo mismo nos sana a todos/as: el amor genuino que no juzga y la pertenencia al mundo, con todas nuestras luces y sombras. Escribí: “Todos lloramos y reímos en el mismo idioma”.
De pastor de alta montaña, acabaste convertido en un payaso de reconocimiento internacional, con un método propio, el “clown esencial”. En el libro explicas que las vidas de pastor y de payaso, a pesar de que a priori puedan parecer radicalmente opuestas, en realidad, comparten una cosa: la dedicación y la entrega más absolutas. ¿Ser pastor te ayudó a ser mejor payaso?
El arte pide empeño y humildad, dos cualidades que la gente de alta montaña posee. Medirme con un público, después de medirme con montañas ancestrales y cubiertas de nieve me parecía mucho más amigable…
La vida austera, cuando se elige, enseña grandes lecciones y un notable conocimiento del alma humana. El arte de la comicidad permite transmitir toda la profundidad de estos conocimientos de una forma ligera, llena de compasión por el género humano.
Una persona aburrida, decepcionada por la vida, o atrapada en una queja continua consigo misma y con el mundo, difícilmente se podrá “reinventar”.
¿Qué crees que hace falta para poder dar un giro radical a nuestras vidas y conseguir “reinventarnos”, como tú hiciste, con éxito?
Es preciso tener primero la consciencia de lo que nos duele y no nos permite acceder a todo nuestro potencial creativo. Una persona aburrida, decepcionada por la vida, o atrapada en una queja continua consigo misma y con el mundo, difícilmente se podrá “reinventar”. En el fondo, es una cuestión de amor a la vida, tal como es, y tal como viene. Seguir amando la vida, aún en los momentos difíciles, es una decisión que se ha de tomar en la intimidad. Y, como toda decisión, necesita voluntad y entrega. Voluntad como acto consciente, y entrega al hecho de que, aún así, no hay ninguna garantía de nada. Yo procuro que la vida pueda sonreír, eso es todo.
¿Qué papel crees que jugó el humor en tu vida? ¿Crees que es clave en cualquier proceso de sanación?
El humor que sigue siendo el eje de mi vida y de mi trabajo no es un humor barato que se quiera reír de cualquier cosa, en cualquier momento y, de cualquier forma. Vivir es un asunto muy serio que solamente una ligereza profunda, o a veces una carcajada brillante, pueden devolver a su justa medida. Eso necesita entrenamiento, consideración, compasión y claridad. Dijo el sabio: “Bienaventurados los que se ríen de sí mismos, porque nunca les faltará material para reír”.
EL humor que sana es el que puede celebrar con una ligereza consciente las heridas que en la infancia causaron circunstancias o personas adversas. El humor amoroso es el que puede curar las heridas provocadas por el humor irónico y avergonzante con el cual, muy a menudo en la infancia, el mundo se burló de nuestra capacidades intelectuales, artísticas o físicas, de nuestros orígenes, etc.
El humor que sana es el que devuelve a la persona su pertenencia al mundo, tal como es, con todas sus luces y sus sombras.
El humor que sana es el que devuelve a la persona su pertenencia al mundo, tal como es, con todas sus luces y sus sombras.
Sobre la situación surrealista que estamos viviendo desde el pasado mes de marzo, tras un largo confinamiento y una “nueva normalidad” que ha cambiado nuestras vidas, ¿cómo crees que podemos echarle humor a la incertidumbre que seguimos viviendo?
La situación actual es una obra maestra de la tragicomedia humana, que requiere de nosotros la valentía de reconocer los territorios ocultos que nos lleva a transitar: el miedo a la muerte, la vulnerabilidad, el desconcierto, el enfado, etc.
Solo un humor impregnado de compasión puede devolver al ser humano a su tamaño real y reírse de su arrogancia, ceguera o locura, características que nos llevaron a la situación actual. No se trata de quitar el drama, sino tal vez de mirarlo con una mayor profundidad aún, la que da el humor genuino, este que poseen los niños de forma natural, cuando hacen, con la mayor inocencia y claridad, las preguntas claves que ningún adulto razonable y presuntamente sensato se haya atrevido a hacer hasta ahora, por demasiado incómodas.