Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) la depresión afecta a 280 millones de personas en todo el mundo. Caracterizada principalmente por un bajo estado de ánimo y una pérdida del disfrute o del interés en actividades la mayor parte del día casi a diario y durante al menos dos semanas, este trastorno mental puede provocar tristeza, sensación de vacío, abatimiento, ansiedad e incluso síntomas físicos como dolores o mareos.
Pero más allá de estos síntomas, hay uno del que no se suele hablar: la pérdida de memoria. Se ha comprobado que la depresión produce cambios importantes en el funcionamiento de nuestro cerebro. El encéfalo de una persona diagnosticada con este trastorno muestra un nivel de activación mucho más bajo que el de alguien sin depresión, lo cual puede influir en una gran variedad de procesos mentales, entre ellos la capacidad de memorizar y el modo en el que evocamos los recuerdos.
En concreto, diversos estudios apuntan a que la depresión tiene el poder de ir "desgastando" recuerdos. Es decir, los recuerdos se vuelven menos precisos, lo que incrementa la posibilidad que desaparezcan con el paso del tiempo.

¿Cuál es el proceso por el que se pierde la memoria?
La pérdida de memoria por depresión tiene su origen en una estructura muy concreta de nuestro cerebro: el hipocampo. Entre otras funciones, esta región cerebral se encarga de almacenar la memoria que agrupa recuerdos que se pueden expresar a través de palabras, como hechos o eventos específicos. Pues bien, se ha comprobado que las personas que padecen depresión experimentan una reducción del hipocampo.
La explicación más aceptada es que la depresión es una enfermedad larga que genera estrés o que puede ser favorecida por una situación de estrés, lo que promueve la liberación de cortisol. Un cerebro regido por el impacto del cortisol de forma prolongada trabaja de modo diferente: las neuronas están sobreestimuladas o aceleradas y promueven procesos como la rumiación o los pensamientos obsesivos.
Ante esta hiperactividad, lo que sucede es que para reducir la sobreactivación y el agotamiento neuronal, estas células proceden a “desconectarse”.

Como consecuencia, la información deja de transmitirse con tanta agilidad, se olvidan cosas, la memoria se debilita y el cerebro de pronto se enlentece para entrar en modo pausa, por lo que se olvidan las cosas y cuesta mantener la concentración.
Sin embargo, por fortuna, el hipocampo tiene una gran plasticidad. Así que con algo de terapia, ejercicios de memoria y estrategias cognitivas adecuadas, puede volver a agrandarse hasta volver a su tamaño original.
De todos modos, siempre es mejor prevenir. Por eso, si llevas un tiempo alicaído y sospechas que puedes llegar a caer en depresión, acude a un profesional de la salud para que te ayude a remediarlo antes de que vaya a mayores.
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