¿Cuántas veces te has levantado pensando en la jornada laboral que te espera? O, peor aún, ¿cuántas veces tu descanso se ha visto interrumpido por algo del trabajo que te ronda la cabeza? Seguro que muchas más de las que te gustaría.
Las personas dedicamos, de media, una tercera parte del día a nuestro trabajo. Sin embargo, las tensiones y preocupaciones relacionadas con el ámbito laboral nos acompañan después de finalizar la jornada y, si no ponemos límites, pueden incluso llegar a bloquearnos física, mental o emocionalmente, provocando cambios de humor, irascibilidad, trastornos del sueño, etc. Cuando eso sucede, está claro que hay que pasar a la acción, aunque mucho mejor si actúas con antelación para prevenir un burnout y evitar determinadas situaciones, ¿no crees?
“El estrés laboral no proviene solo de una sobrecarga de trabajo, sino también de la forma en la que gestionas tus relaciones y situaciones laborales”, advierte Elena Olaiz, psicóloga especializada en psicoterapia ejecutiva y creadora del programa Liderwoman. Por eso, puntualiza, “más que en el síntoma, ya sea una dificultad para conciliar el sueño, estrés o ansiedad, es ahí donde necesitas intervenir”. Y para ello, es necesario tomar conciencia, identificar la raíz del problema y pasar a la acción. ¿Cómo? Estableciendo límites.
Poner límites
“Sin límites, no hay protección, ni seguridad”, afirma Elena Olaiz. “Además, poner límites a los demás es una manera de reforzar tu autoestima y darte amor a ti misma”, añade. Por lo que, cuando no lo haces y dejas a otros transgredir tus propios límites, pierdes una gran oportunidad para mostrar quién eres y enseñar al resto lo que tú te valoras y te quieres.
Por todo ello, no poner límites puede tener consecuencias muy dañinas para ti, pero “ponerlos no es inocuo y también tiene sus consecuencias”, recuerda la experta. “A la gente a la que nunca o casi nunca le has puesto los límites, se sorprenderá y se enfadará, pero es un paso necesario”, subraya.

Es cierto que, en un principio, marcar los límites resulta incómodo porque nos da miedo herir, molestar o no agradar a la otra persona, pero hacerlo te ayudará a satisfacer la necesidad de actuar en coherencia con cómo piensas y sientes. Y en el momento que empiezas a hacerlo, tu vida se transforma porque dejas de hacer lo que los demás quieren para ser tú misma.
Eso sí, para conseguirlo, tendrás que ser firme, determinada y paciente, pues es un proceso que lleva su tiempo. Puedes comenzar a entrenar esta habilidad aplicando estos límites que nos propone Elena Olaiz. A medida que los integres en tu día a día, irás sintiendo la liberación en tu trabajo y en tu vida: