Es una virtud. Algunas personas nacen y se educan en el perdón, y por ello crecen perdonando y avanzando; sin embargo, otras nacen y se educan en el rencor, y por ello crecen estancándose a cada piedra que encuentran en el camino. ¿De qué depende saber hacerlo? ¿Cómo podemos aprenderlo?¿Cómo desaprendemos el odio o el rencor?
Pieza clave en nuestro bienestar
Se trata de un aspecto muy importante para ser feliz, nos ayuda a soltar peso, nos reconcilia con el mundo en el que vivimos y se nutre, y nutre a su vez, nuestra empatía, capacidad de comprensión y compasión.
Pero, si saber perdonar es importante, saber hacerlo consigo misma es imprescindible. Como adultos, no resulta difícil reconocer en nosotros la autoexigencia, el perfeccionismo y el ansia constante por llegar a un lugar mejor o llegar a ser mejor. Muchos de nosotros actuamos así de forma automática y lo tenemos tan interiorizado, que no somos conscientes de ello hasta que nos rendimos al más profundo autoestudio.
Este perfeccionismo, estas ganas por ser más y por ser mejor, chocan frontalmente con la autocompasión, un concepto que parece no existir para nosotros. ¿Comprendemos que somos humanos? ¿Comprendemos que realmente no tenemos nada bajo control? ¿Hasta qué punto nos permitimos fallar?
Parece irrelevante, pero si queremos aprender y practicar el perdón de forma natural, debemos aprender a disculparnos a nosotros mismos y comprender que ninguno de nosotros hemos nacido sabiendo, nadie nos explicó cómo iba a funcionar esto que llamamos vida y, por tanto, nos guste o no, absolutamente todos estamos improvisando.
¿Qué podemos hacer para aprender?
Podemos empezar por asumir que no somos perfectos y que todos somos susceptibles de actuar o decir cosas que, a posteriori, nos va a parecer un error. Podemos comprender también que es nuestra propia evolución como personas lo que hace que experimentemos sentimientos de culpa y esto nos obligue a trabajar el perdón.
Permíteme que explique esto último. Supongamos que hoy haces algo, mañana te das cuenta de que no está bien y te comienzas a sentir fatal por ello. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué ayer pudiste hacer algo y tan solo unas horas, o unos días, después te parece lo peor del mundo y la culpa te está matando por dentro? Pues probablemente haya ocurrido que, en el momento, en esa situación con esos conocimientos con los que contabas, eso que hiciste te pareció lo mejor para ti y, pasada la experiencia, te has dado cuenta de que no era lo mejor. Te va a tocar entender que tu conocimiento actual no es el que tenías en ese momento y es precisamente tu conocimiento actual lo que te está llevando a culparte por ello.
Y, por otro lado, ¡podemos incluso apelar a la eficacia! Es mucho más útil perdonarnos, aprender y avanzar, que quedarnos pegados en el remordimiento. Ya que este sentimiento nos paraliza e impide la acción.
El perdón en la pareja
En el seno de una pareja resulta fundamental aprender a pasar página, en función de lo que convenga en cada momento, tanto con la persona que tenemos al lado como con nosotros mismos. Aunque no es del todo necesario para avanzar, ayuda a sanar y facilita la comunicación.
Veamos algunas de las principales cuestiones planteadas en el libro El perdón y el proceso de curación, de Cynthia Ransley y Terri Spy.
No es imprescindible para continuar la relación, sobre todo en un primer momento. A veces nos obcecamos en tratar los temas en el mismo momento en que ocurren y pronto comprendemos que el dolor aun es demasiado intenso como para poder pensar en términos más objetivos. No es necesario que el perdón llegue rápidamente y no es necesario para que la relación pueda continuar. Teniendo en cuenta este punto podremos trabajar sin presión.
El perdón debe darse en distintos niveles para que sea real y no haya retrocesos fuertes en el proceso. Debemos conseguirlo desde nuestras creencias, nuestros valores y sentimientos. Si podemos comprender y perdonar desde creencias y valores y, sin embargo, el perdón no llega respecto de nuestros sentimientos, ese perdón no es completo y el conflicto resurgirá en cualquier momento. Si acudiésemos a terapia para tener un apoyo en este proceso, el terapeuta se aseguraría de que estuviéramos perdonando desde los tres estados del ego: padre, adulto y niño.
La acción de perdonar no es solo responsabilidad de la persona que ha sido engañada o traicionada de algún modo. El transgresor debe tomar cartas en el asunto y hacer su propio trabajo personal. Deberá comunicarse con sinceridad, asumir el hecho y expresar remordimiento. En este sentido, las autoras del libro sostienen que «requiere que tengan la voluntad de reflexionar sobre su comportamiento anterior con honestidad y valor, para que ambas partes puedan comprender, perdonar y lograr algún tipo de reconciliación con el objetivo de dejar atrás el doloroso pasado y construir juntos un futuro nuevo y mejor.»
Además, el perdón implicará nuevos acuerdos que deben cumplirse y respetarse. Es común que la persona agraviada acepte promesas como forma de reparar el daño causado, pero estas promesas deben ser realistas y factibles por parte del transgresor, ya que, en caso contrario, si este no se encuentra preparado para cumplirlas, lo más probable es que la traición vuelva a suceder.
El perdón puede suponer simplemente pasar de página. Sobre todo si se decide terminar con la relación o se comprueba que la traición ya no es tan importante para las partes. Esto puede ocurrir cuando en un primer momento tomamos el hecho como algo terrible e inolvidable, pero en el proceso de perdón comenzamos a restarle importancia hasta el punto de poder olvidarlo sin plantearnos si finalmente vamos a perdonar o no.
A menudo ambas partes comparten la responsabilidad sobre lo ocurrido, por acción u omisión. Aunque no nos guste, son muchos los ejemplos en los que un agravio viene precedido de un deterioro de la relación en el que ambas partes son responsables. La persona dolida deberá hacer un fuerte ejercicio de introspección para depurar su responsabilidad en lo sucedido y, pese a la dificultad que esto representa, encontrará cierto alivio y se le podrá facilitar el perdón.
Esta capacidad requiere aceptar que nuestra pareja no es perfecta. Nos tocará empatizar con nuestra pareja y comprender que comete errores, como nosotros, que tiene sentimientos, como nosotros, que puede estar pasando por un mal momento, tal y como estamos haciéndolo nosotros y que, si la amamos, debemos hacer un esfuerzo por comprender qué ha ocurrido y cómo podemos solucionarlo.
¿Y si el perdón no llega?
Puede que el perdón no llegue. Puede que ya hayan sido muchas las veces que haya tocado perdonar o que, simplemente, no estemos dispuestos a conceder perdón a algo que nos parece imperdonable. ¡No pasa nada! Es muy doloroso pasar por todo el proceso para al final comprobar que el perdón no va a llegar o no va a poder salvar la relación, pero después de todo, si hemos hecho nuestro mejor intento, nos tocará practicar la autocompasión, darnos un respiro y dejar que las cosas sigan su curso.
Es probable que, en ese caso, toque perdonarse cuando todo haya pasado, pero como ya sabemos cómo funciona, el camino será algo más liviano.
Al final de cuentas, todos somos humanos, todos cometemos errores, todos tenemos sentimientos, todos nos dolemos, tenemos miedo e incertidumbre. Todos somos susceptibles de estar en la situación del transgresor y del transgredido. Y no, el perdón, no es fácil, pero su trabajo nos hace crecer de un modo u otro.