Jaime tiene cinco años y sus padres se llaman Ana y Antonio. Siempre que sus padres se muestran afectuosos, Jaime se enfada e intenta separarles porque quiere que su madre solo le preste atención a él. Antonio ya no sabe qué hacer para actuar normal con su mujer sin que su hijo ponga mala cara. ¿Os resulta familiar esta situación? Es lo que se conoce como complejo de Edipo: la experimentación, por parte de un niño, de un intenso e inconsciente amor hacia la madre que provoca el rechazo de la figura paterna.
El complejo de Edipo fue planteado por primera vez por Sigmund Freud. El psicoanalista tomó como modelo una tragedia griega de Sófocles (Edipo Rey), en la cual el protagonista mata a su padre, ocupa su trono y se casa con su madre sin saberlo. Freud situó este concepto en la etapa fálica del desarrollo psicosexual, entre los tres y los cinco años. De acuerdo con la teoría, es en este estadio cuando el niño empieza a comportarse de forma hostil con el padre y lo empieza a identificar como su rival para conseguir la atención total de la madre. El niño, como consecuencia de la relación que mantienen sus padres, suele sentir recelos, fracaso e inferioridad.
El concepto en la contemporaneidad
En 1912 Carl Jung, un psiquiatra que fue alumno del mismo Freud, acuñó el complejo de Electra, que puede ser entendido como la versión femenina del complejo de Edipo. En la actualidad, la psicología científica trata de reformular las teorías de Freud y Jung con el objetivo de hacerlas más inclusivas a la realidad de nuestros tiempos (teniendo en cuenta familias de tipologías diversas y nuevas masculinidades). De este modo, otra manera de plantear estos complejos es que los niños sienten más apego por su cuidador principal (ya sea este hombre o mujer) y establecen rechazo hacia el otro progenitor.

¿Qué hacer ante el complejo?
El complejo, como hemos visto, se manifiesta a nivel conductual, en forma de malos actos, desobediencias y rabietas. Estas acciones son completamente normales y forman parte de la etapa de desarrollo del infante, pero si no lo solucionamos de manera adecuada puede ser problemático y tener repercusión en el porvenir del niño y en sus futuras relaciones afectivas.
- Ante todo, hay que evitar producirle celos. A la vez, tenemos que enseñarle que los padres deben tener su propio espacio privado.
- Reforzar las actividades y el vínculo con el progenitor con el que tenga conflicto.
- Dedicar el tiempo suficiente al niño para que se dé cuenta que le mostramos afecto y dedicación.
- El paso del tiempo también ayudará a resolver el complejo con la renuncia del niño a los deseos posesivos hacia su padre o su madre. Poco a poco aceptará la situación.
- Es muy importante no culparse como padre o madre, tomarlo con naturalidad y no darle más importancia de la que tiene.
Consecuencias de no superar el complejo
Algunos psicoanalistas apuntan que superar el complejo proporciona distintas estrategias al individuo para poder interactuar correctamente en la sociedad. Por ejemplo, aprende a tolerar sentimientos dolorosos como la soledad, la pérdida, la tristeza o la culpa, e inicia la maduración emocional.
Cuando un adulto no ha logrado superar el complejo se le pueden presentar circunstancias mentales y psicológicas que le impiden llevar a cabo una vida normal. Es por eso que, habitualmente:
- El individuo mantiene una alta dependencia económica con el progenitor, lo cual le dificulta el desarrollo de su autonomía e independencia.
- El individuo pide el consentimiento de su madre o de su padre para tomar sus propias decisiones, lo que le impide desarrollar un carácter propio.
- Da prioridad a su progenitor ante todas las personas que lo rodean, por delante de la pareja sentimental, los amigos o los familiares.
- La persona que sufre el complejo presenta una constante inestabilidad que evidencia una gran falta de madurez emocional.
- El adulto siente temor al relacionarse sentimentalmente con otras personas, lo cual le dificulta mantener una relación de pareja estable.
Superar las etapas del desarrollo propias del ser humano juega un papel fundamental para la correcta interacción del individuo en la sociedad y en la construcción de relaciones sanas y estables.