A todos nos gustaría sentirnos personas carismáticas, con presencia y con una personalidad atractiva percibida por los demás. Hablamos de ser aquellas personas magnéticas, que desde un primer momento son capaces de atrapar y llamar la atención de los demás sin ningún esfuerzo, con un carisma nato. En este sentido, el carisma, según el diccionario, puede definirse como aquel “don natural que tienen algunas personas para atraer a los demás por su presencia, su palabra o su personalidad”.
Según la psicóloga Laura Palomares, directora del centro de psicología ‘Avance Psicólogos’, las personas carismáticas suelen ser líderes natos: “han desarrollado unas habilidades comunicativas que les ayudan a construir vínculos positivos con su entorno”. Las relaciones de estas personas, explica la psicóloga, “se basan en el respeto a sí mismos y a los demás, y a través de este equilibrio consiguen mostrarse como personas congruentes e íntegras, con un elevado sentido de la justicia”.
Las personas con carisma destacan por ser generadoras de movimiento y transformación gracias a sus dotes comunicativas
En definitiva, personas que despiertan el interés, que se muestran confiadas y relajadas y que se preocupan por los demás sincera y desinteresadamente, generando simpatía. Uno de los aspectos más positivos de este tipo de personas es su confianza y facilidad para desenvolverse en cualquier entorno cómodamente al no tener miedo a ser juzgados por los demás ni verlos como rivales.
Los tres pilares del carisma
El periodista Bryan Clark, en su ensayo para The New York Times sobre esta cualidad, menciona los tres pilares con los que Olivia Fox Cabane resume el comportamiento carismático en su libro ‘The Charisma Myth’.
El primero es la presencia, refiriéndose a la importancia de estar en el momento. Cuando nos distraigamos o sintamos que nuestra atención se desvía cuando estemos manteniendo una conversación con alguien, debemos prestar atención a la respiración, a nuestras sensaciones o a los sonidos del entorno, buscando volver a encontrarnos y situarnos en el ahora.
El segundo pilar es el poder, que no tiene que ver con lograr un estatus más alto, sino con derribar las barreras que nos autoimponemos. En otras palabras, se trata de deshacerse del síndrome del impostor que no nos permite valorarnos como merecemos y nos hace dudar de nuestras capacidades.
Finalmente, la calidez, el tercer pilar, es el más difícil de fingir. Hablamos de aquellas sensaciones y vibraciones de bondad y aceptación que irradian las personas carismáticas de forma innata. Sin embargo, este pilar puede llegar a dominarse: se trata de imaginar a una persona por la que sentimos mucho afecto, y luego enfocarnos en lo que más disfrutamos de nuestras interacciones con ella. La clave está en hacerlo justo antes de interactuar con los demás, o en las pausas breves mientras escuchamos lo que nos cuentan. La autora del libro explica que hacerlo puede llegar a cambiar la química del cuerpo en unos segundos, haciendo que exudemos calidez.
Está claro que ser carismático no es tarea fácil, pero Palomares insiste en que el carisma se puede entrenar. Estos son algunos consejos y claves para potenciarlo.
