La RAE define el perfeccionismo como una “tendencia a mejorar indefinidamente un trabajo sin decidirse a considerarlo acabado”. Nunca un defecto ha sido tan bien visto ante la sociedad.
Falta de seguridad en uno mismo, una autoexigencia desbordada o incapacidad para confiar en algo o en alguien. Estos son algunos de los rasgos más destacados de la personalidad de las personas demasiado perfeccionistas, un defecto que, a pesar de que puede llegar a ser preocupante debido a la ansiedad que puede llegar a generar en quien lo padece, no está tan mal visto socialmente como otros defectos de la personalidad. Una paradoja que nos plantea un reto: ¿debemos dejar de ser perfeccionistas?
Viscerales, críticas, rígidas, disciplinadas e incansables. Si te consideras una persona perfeccionista seguro que alguno de estos calificativos te suena de algo. Pero, ¿son las personas perfeccionistas valientes sufridoras de problemas como la ansiedad o la baja autoestima? En muchos casos sí, ya que se trata de una conducta que se relaciona con una permanente presión (autoimpuesta) para conseguir algo y, o lo consigue, o el sentimiento de frustración les supera. El “debo” o el “tengo que”, son los mantras por los que se rige una persona perfeccionista, una especie de juez interior que eleva el patrón de exigencia de uno mismo a límites poco naturales.
Así que por muy aceptado socialmente que esté el hecho de tener una personalidad perfeccionista, sobre todo en el ámbito laboral, nosotros te damos algunas pautas para dejar de serlo (tanto), conseguir relajarte y, sobre todo, ser feliz.
-
Aprende a controlar la ansiedad: como el perfeccionismo se vincula en la mayoría de los casos con la ansiedad (por hacerlo todo bien, por hacerlo todo rápido, por hacerlo todo yo…), debemos comenzar por trabajar esa ansiedad. ¿Cómo? Empleando técnicas de relajación como mindfulness o yoga que nos ayuden a centrarnos en el aquí, en el ahora y sobre todo en una realidad que seamos capaces de aceptar. No es un camino fácil, pero sí un camino seguro el de conocerse a sí mismo.
-
Trabaja la autoestima: no solo para vencer el defecto de ser perfeccionista, sino para ser más feliz en la vida. La –difícil- condición de aceptarse a sí mismo y quererse es uno de los mayores, y mejores logros, que se pueden llegar a conseguir por nuestra autoestima. Aprender a aceptarse tal y como somos nos ayuda también a aceptar a los demás, porque todo tiene su razón de ser y de nada vale luchar contra los elementos para cambiarlo.
- Reconocer el derecho a equivocarse: que nadie es perfecto lo sabemos todos, pero a veces cuesta dar este tercer paso cuando los más imperfectos somos nosotros. Para una persona perfeccionista es fundamental recuperar el contacto con la realidad, una realidad donde los errores no son ni buenos ni malos, sino errores necesarios. Esta es una de las mejores formas para aprender y continuar hacia adelante, saber que no siempre todo va a salir bien, o al menos como nosotros esperábamos. A veces la vida no depende solo de una persona.