Se pueden sacar muchísimas cosas buenas del boom tecnológico y el auge de la comunicación digital que nos ha tocado vivir. Sin duda alguna, nos ha facilitado la vida y nos ha hecho más productivos. Pero la devoción hacia nuestros dispositivos electrónicos tiene una clara desventaja: nos hemos obsesionado con la tecnología. Hasta el punto en el que afecta a cada aspecto de nuestras vidas y somos esclavos de los aparatos que deberían simplificar nuestra existencia.
En el libro “Ordena tu mente” de S. J. Scott y Barrie Davenport se dedica un capítulo a esbozar lo que sería el minimalismo digital. Se trata de una filosofía del uso de la tecnología creado por el profesor de ciencias computacionales Cal Newport, que “consiste en concentrar tu tiempo en un pequeño número de actividades seleccionadas, que respalden las cosas que valoras, y te desentiendes de todo lo demás”. Si los teléfonos digitales, las tablets y los portátiles nos conectaron, también potenciaron nuestro aislamiento del mundo. Pero lo más fácil es culpar a la tecnología y no a nosotros mismos. El minimalismo digital no está contra las herramientas tecnológicas, sino de cómo las utilizamos.
Pero el uso real que hacemos es pasarnos horas en las redes sociales, acumular emails en nuestra bandeja de entrada del correo o llenar la pantalla del escritorio de documentos, fotos y descargas. Los trastos digitales son traicioneros, nos quitan tiempo con actividades prescindibles y, exactamente igual que el desorden físico de nuestras casas, nos producen ansiedad y angustia.
Analiza de forma realista cómo pasas el tiempo con los aparatos electrónicos. Por un lado, están las actividades necesarias para tu vida profesional y personal, y por otro, todas las horas que pasas navegando sin rumbo por internet, jugando con alguna aplicación y consultando tus redes sociales. Sigue estos consejos para vivir más tranquilo, manteniendo bajo control la tecnología que nos rodea sin ser un ermitaño.