Esa mañana no me podía levantar. Ya sé que eso no es nada extraordinario, que más bien es común que nuestras sábanas reclamen más atención cuando abrimos los ojos. Pero lo que me lleva a escribir sobre ello es que a mí, en realidad, ¡no me pasa nunca! Suelo despertarme llena de energía y con ganas de mover el cuerpo, lista para desenrollar la esterilla y celebrar mi ritual diario de yoga.
Pero esa mañana, no. Esa mañana mi cuerpo pesaba una barbaridad y parecía desconectado de mí. Además, mi mente se recreaba construyendo montañas de todo lo que me espera durante el día de hoy. ¿Conocéis esa sensación? Aunque a algunos no nos importaría vivir todo el año en chanclas y a la sombrilla de una higuera, los cambios de estación son una realidad inevitable: transforman la naturaleza –a veces de forma dramática–, pero también actúan sobre vibraciones invisibles que afectan nuestros ritmos internos y nuestras necesidades más básicas.
La práctica de yoga diaria es un barómetro bastante preciso para medir cómo estamos, y cada año, con la llegada del otoño, la palabra que me vuelve es “pereza”. Y aunque la pereza, al igual que la melancolía o la nostalgia es una emoción que puede resultar a veces algo apetecible, no es precisamente muy productiva. Es más, ¡puede convertirse en un auténtico problema! Así que, volviendo al bicho perezoso en el que me convertí aquel día, decidí darle la vuelta al asunto y aplicarme todos mis trucos antipereza con el fin de escribir esta columna.
Comparto estos consejos porque a mí me funcionan. Porque son sencillos y no necesitamos de nada externo para disfrutarlos.
- Agua. Una ducha es vital, siempre. El despertar perezoso es rígido y agradece la lubricación de un vaso de agua seguido de una ducha no demasiado caliente. Si te ves capaz, acaba con agua fría, ¡venga!
- Movimiento. Empieza a desperezarte desde la dulzura, y amplía los movimientos. Tu actividad puede ser yoga, tai-chi, running o lo que más te guste. En épocas densas, el cambio se produce cuando sales de la rutina y de lo esperado. Mi propuesta: salta, baila, corre. Date permiso a sorprenderte y, sobre todo…
- Ríete de ti misma. Porque la pereza va asociada a un patrón de victimismo y tomarse la vida con humor es una medicina muy poderosa. Incluso cuando sonreír es lo último que te apetece, e incluso te enfada la idea de forzar una sonrisa, pruébalo y verás como ¡sí funciona!
- Come. Un buen desayuno debe adaptarse al cambio de estación. Mi preferido para activarme es un plato de avena caliente con plátano o una sopa miso. Sé que está última idea puede sonar extraña, pero la sopa miso es una bomba de minerales que te dará una energía que durará todo el día.
Respira. La herramienta que más me gusta del yoga es la respiración y cómo ésta puede modificar nuestros estados de conciencia. Para cada día, respira (por la nariz ) conscientemente siempre que necesites volver al momento presente, es muy sencillo y solo requiere tu intención. Otro ejercicio para activarte y salir de la pereza es la respiración 4x4: fragmenta tu inhalación en cuatro tiempos, como si fueran cuatro tragos, y exhala también en cuatro tiempos. Repite unos cuatro o cinco ciclos completos para empezar. Prueba. Observa… Sonríe y déjate sorprender.