La adolescencia es una etapa llena de cambios en la identidad. Los jóvenes comienzan a notar las primeras transformaciones hormonales en su cuerpo. Aparición de bello púbico, ensanchación de caderas, modulación de la voz y otras alteraciones que además se entremezclan con la necesidad de encajar en un mundo que todavía están construyendo.
De hecho, es en esta etapa de desarrollo en la que aparecen la mayoría de los trastornos alimentarios con un porcentaje del 80% de casos, según recoge un trabajo de investigación publicado en la Revista Médica Clínica Las Condes (RMCLC). Pero, aunque los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) son problemas de salud mental en los que resulta difícil explicar su origen porque se deben a múltiples factores biológicos, psicológicos y sociales, es cierto que existen maneras de prevenirlos.
Por ejemplo, las últimas noticias en este sentido nos llega del último estudio del Centro Andaluz de Medicina del Deporte, que destaca la importancia que tienen los deportes en equipo, como el fútbol o el baloncesto, en edades tempranas por su capacidad para crear entornos sociales que pueden ayudar a reducir el riesgo de aparición de trastornos de la conducta alimentaria (TCA) en la adolescencia.
Las relaciones del deportista con su entorno y la manera de realizar ejercicio tienen efectos directos sobre el desarrollo o no de los TCA.
Pero ¿por qué sucede esto? ¿De qué manera influye el deporte en equipo en la salud de los adolescentes? Esto se debe a que, tanto el fútbol como el baloncesto, así como otras modalidades deportivas, generan espacios y relaciones donde los más jóvenes no se sienten presionados ni juzgados por su estado físico o la alimentación. Un trabajo en equipo que aumenta la autoestima de los adolescentes y que, además, evita que lleven a cabo dietas restrictivas o ingestas desmesuradas.
Con estas prácticas se da así un equilibrio cuerpo-mente, ya que están en contacto directo unos con otros al tener que defender cada partido. Y no solo eso, el hecho de practicar deporte ya les conduce hacia una vida saludable con el objetivo de atravesar la pubertad de la forma más sana posible, sin sobrepeso y obesidad. Es como una especie de espiral que empieza por integrar a los niños y niñas en ambientes sociales en los que su círculo de amigos también tenga hábitos de vida saludables.
Es muy interesante considerar que, al practicar deportes al aire libre que requieren concentración y presencia, esto ayuda a que los adolescentes se integren, desarrollen habilidades sociales y adquieran la suficiente autoestima y capacidad crítica como para alejarse de esos mensajes negativos que podrían inducirles a practicar dietas perjudiciales o ejercicio de manera inadecuada.
El hecho de estar rodeados de otras personas que también cuidan su bienestar, ayuda a que los adolescentes introduzcan de una manera natural este estilo de vida.
Ahora bien, si existe una época sensible a la aparición de los trastornos alimenticios esa es la vuelta al colegio. Los cambios bruscos tanto de horarios como de la alimentación implican poner atención en los hábitos de los más jóvenes. De los helados, las comidas a destiempo, las salidas con amigos se pasa a una cotidianidad que exige un cambio radical en la alimentación y el cuidado.
Además, tras el confinamiento se produjo una especie de revuelo por querer salir, comer, moverse de tal manera que se recuperara "el tiempo perdido" durante la cuarentena. Un aspecto en el que también hay que poner atención antes de que se puedan deteriorar los buenos hábitos alimentarios y desencadenar nuevos problemas.
De hecho, aunque lo TCA son problemas de salud mental que se manifiestan en el comportamiento alimentario y que su origen depende de múltiples factores, su prevención pasa también por la atención, la confianza y la escucha por parte de los padres y madres.
Además del deporte en equipo del que hemos hablado como una manera de reducir los trastornos alimenticios, la Copa COVAP y la Fundación APE proponen seguir algunas de las siguientes indicaciones que se incluyen en la ‘Guía para una alimentación infantil saludable y equilibrada’ del Hospital Sant Joan de Déu (Barcelona) para contribuir a evitar el desarrollo de estas conductas. Muchas de las cuales pasan por potenciar la autoestima de los jóvenes, promover hábitos alimentarios y un estilo de vida saludables o fomentar la autonomía y evitar la sobreprotección, entre otros aspectos.