Pasar por un duelo es necesario para superar una pérdida, ya sea familiar, laboral, el fin de una amistad o una ruptura de pareja. Se trata de uno de los mecanismos que tiene nuestro cuerpo para recuperarse de un proceso doloroso. Por eso, y como afirma Montserrat Lacalle, profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), “la muerte de un ser querido duele, pasar por el proceso de duelo no es fácil, pero es la posibilidad que tenemos de volver a estar bien”.
Estas pérdidas o rupturas nos marcan, se quedan grabadas en nuestro interior. Como señala Claire Marin en su libro ‘Rupturas’, “los vínculos con los demás y el mundo que nos rodea nunca son tan sensibles como en el momento que los perdemos, o más exactamente en el momento en que nos separamos traumáticamente de las personas importantes de nuestra vida”. Se trata de algo que ocurre incluso cuando estas rupturas son pactadas y voluntarias: “nunca es fácil asumir el desapego o la violencia que nos han obligado a separarnos”, señala la autora.
Lo cierto es que todos recibimos golpes en la vida y todos vivimos experiencias dolorosas. Sin embargo, “no todos reaccionamos del mismo modo: fragilidad o solidez interior”, añade Marin. Lo que está claro es que la ruptura nos somete a una deformación de nuestra existencia y de nuestra identidad: “las rupturas nos forman, quizá más aún que los vínculos”. Lo importante para superarlas, aunque a menudo nos cuesta mostrarnos vulnerables y verbalizar nuestro dolor, es contar con un apoyo social que nos permita pasar el duelo para salir reforzados.
Duelos desautorizados
Pero ¿qué pasa cuando muere alguien con quien mantenemos un vínculo no aceptado socialmente? El duelo ‘prohibido’, que Lacalle explica que se produce “cuando la misma persona cree que su dolor no es pertinente, en un intento de racionalizarlo, o bien cuando su entorno no entiende este sufrimiento porque, socialmente, no es el que corresponde”. Lo cierto es que puede darse en muchas otras ocasiones: “incluso la muerte de una expareja puede ser un duelo desautorizado”, añade la profesora.
Hay tantos duelos prohibidos como estructuras de vínculos afectivos no reconocidas y legitimadas por la sociedad
También ocurre, por ejemplo, en sociedades que condenan la homosexualidad. Cuando muere uno de los miembros de una pareja del mismo género que ha mantenido una relación de manera totalmente invisible a los ojos de los demás, “el superviviente debe enfrentarse a un duelo prohibido por su contexto social. De esta manera, pierde todas las herramientas de apoyo social, como su reconocimiento en un lugar preferente en funerales y la posibilidad de recibir apoyo por parte de las personas más cercanas, señala Enric Soler, tutor del grado de Psicología en la UOC.
Otro de los casos se da en el duelo perinatal que, aunque está socialmente legitimado, muchos progenitores lo viven como un duelo prohibido, pues “no ha existido alguien ‘visible a la sociedad’ que muere prematuramente”, explica Soler.
El duelo prohibido también puede manifestarse con las defunciones de nuestras mascotas, cuando el contexto social resta valor a la importancia del vínculo afectivo con el animal: “la pérdida de una mascota es un duelo de primera magnitud, pero las personas a las que no les gustan los animales o no han tenido una mascota no pueden imaginar el dolor que sientes cuando la pierdes”, indica el tutor.

Consecuencias del duelo no manifestado
El resultado de no externalizar y pasar este duelo es muy negativo y nos acaba pasando factura, como indica el profesor: “los duelos no son opcionales. Se pueden postergar, diferir, congelar, aplazar, negar, elaborarlos a medias… pero no son evitables”, por lo que un duelo no elaborado de forma saludable puede tener consecuencias: “la mayoría de demandas terapéuticas de todo tipo tienen el origen en un duelo no elaborado desde hace años o décadas”.
En este sentido, Montserrat Lacalle añade que “para transitar en el duelo, uno debe estar conectado con lo que siente. No obstante, cuando una persona se niega a sentir, es posible que pueda tener la falsa sensación de que está bien, y cuando en el futuro aparezca otra pérdida o cualquier otro tipo de acontecimiento traumático se activará todo esto que no está resuelto”. Y es que la palabra duelo viene de dolor, algo muy significativo y que debemos pasar para volver a estar bien.
La sociedad en la que vivimos continúa teniendo dificultades con la muerte, 'el último tabú'
Es por eso por lo que, incluso cuando creemos que no nos corresponde mostrar nuestro dolor, debemos permitirnos llorar, estar tristes o manifestar nuestros sentimientos sin cuestionar nuestras emociones. Sin embargo, se trata de algo que nos cuesta como sociedad, y no solo en duelos no aceptados: “la sociedad en la que vivimos continúa teniendo dificultades con la muerte, ‘el último tabú’. Vivimos en una sociedad demasiado orientada a la productividad y a las ganancias, no a la pérdida”, apunta Lacalle, que concluye que esa es la razón por la que los funerales cada vez son más cortos.
Según Soler, la manera más saludable de afrontar un duelo es hacerlo “sin miedo”: “es necesario mirar el dolor cara a cara, aceptarlo como propio de la pérdida, con la esperanza de que se convierta en una cicatriz que nos haga más maduros, y entenderlo como una cosa saludable y curadora. El dolor es el precio que debemos pagar por el amor”.