El orden, la perfección, las supersticiones, los celos, las mentiras, la soledad… Todos tenemos manías y el escrito Fernando Trías de Bes y el psicólogo Tomás Navarro nos enseñan a reírnos y a convivir con ellas. “Yo soy así (y ya no me importa)” es el libro que acaban de publicar conjuntamente a través de un nuevo género literario: el psicorrelato. Un nuevo formato que combina el humor sagaz de los relatos de Trías de Bes con el rigor y la amplia experiencia profesional en el campo de la psicología de Navarro.
Cada capítulo de este libro se inicia con la historia de un personaje que nos mostrará sus temores y obsesiones más profundos y que será el punto de partida para que los autores, en una segunda parte del mismo capítulo, nos inviten a reflexionar y entender mejor las manías, deseos y problemas cotidianos con el fin de que aprendamos a lidiar mejor con ellas.
Aunque nos puedan parecer raras o peculiares, ¿es normal tener manías?
Tomás: Sí, Absolutamente. Y necesitamos saber reírnos de ellas y aprender a convivir con las nuestras, que no es poco, y también con las ajenas. Las manías tienen la función de aligerar tensiones y de estimular. Fíjate que las rutinas que no nos gustan las llamamos manías. “Qué manía tienes de hacer tanto deporte”. Y puede que no sea una manía, se abusa de ese concepto.
¿Cuáles son las manías más comunes?
Fernando: Por lo que hemos ido viendo estos días, las más comunes son las que tienen que ver con el orden, o con la ubicación y disposición de objetos. Por ejemplo, tener algo desalineado con otro objeto…
Tomás: No sé si es la más común o la más fácil de contar.
La del orden parece ser una manía bien vista…
Tomás: Exacto, el “soy muy perfeccionista”. Cuando una manía pasa la línea roja es una obsesión, lo que más suele haber es orden y números.
Los celos, en cambio, parecen ser de las manías peor vistas.
Tomás: Sí, pero, de hecho, los celos son normales. Los que tenemos mascotas sabemos que también ellas son celosas, o los niños pequeños… Estos celos son normales y no tienen por qué tener nada que ver con la inseguridad o la falta de autoestima (aunque en algunos casos, sí). Los celos son una muestra de apego, son como un termómetro. Claro, si la estructura es bondadosa, pues no pasa nada. Pero si la estructura es agresiva, pues pasa lo que pasa. Y si hay trastorno delirante, ya nos vamos a las historias de los relatos. Es decir, que el problema no son los celos sino donde van a parar.
Fernando: La línea roja de los celos depende de si hieren o no, los que te inculpan de cosas que no han pasado, etc. El relato de los celos del libro es el más serio de todos, sobre todo para prevenir acertadamente la violencia de género.
Tomás: además, la gente confunde los celos con la posesión. Si crees que “esto es tuyo”, tal vez tengas un problema de dominancia, pero no hablaríamos de celos.
El problema no son los celos sino donde van a parar
¿Cómo sabemos cuando cruzamos esta línea roja entre manía y obsesión?
Tomás: Hay dos criterios, el sufrimiento que provocas tú y otros, y la incidencia en tu vida, en tu día a día. Si ahora necesitas parar la entrevista porque ves que lo que hay encima de la mesa está torcido, a lo mejor sí que tienes una obsesión poco sana.
Fernando: Un periodista nos ha explicado que, cuando sube escaleras, cuenta escalones, y nos ha preguntado si eso es un problema. Y hombre, si eso le impide tener una conversación con alguien mientras sube escaleras, entonces sí. El punto es si la manía te impide, te bloquea o te afecta en la convivencia o la relación con otra persona.
Tomás: Hay que tener cuidado porque yo puedo tener algo que, para él es una manía, pero el problema no es mi manía sino él y su tolerancia, su nivel de agresividad, etc. Porque a lo mejor le recuerda a la manía de su ex que era horrorosa. ¡Hay parejas que discuten por el lado por el que cae el papel de váter!
La convivencia es el campo de minas de las manías, donde más afloran, claro.
Fernando: Claro, si vives solo y no te relacionas con nadie, si eres un eremita y vives en una caverna y tienes mil manías, pues allá tú… el tema son los demás.
Tomás: Yo creo que tendríamos que presentarnos directamente explicando nuestras manías. Llegar a la cita con el libro y decir, “tengo todas éstas, ¿te vale?”. Yo lo hice con mi mujer. Cuando nos conocimos, nos fuimos un fin de semana y nos contamos todo lo que había…
¿Y si no somos conscientes de nuestras manías?
Fernando: Yo creo que sí somos conscientes, otra cosa es que creamos que eso es inadaptado o no. Yo creo que hay dos cosas, si somos capaces de recordarlas y si somos capaces de reconocerlas. Yo hoy, por ejemplo, he recordado que tengo una manía que había olvidado y es limpiar con un poco de papel el pomo de la puerta de los baños públicos.
El punto es si la manía te impide, te bloquea o te afecta en la convivencia o la relación con otra persona
¿Existe una relación entre generaciones y manías?
Tomás: Sí, hay un factor de aprendizaje que se va heredando. Es decir, si mi hija ve que hago esto, es posible que ella también lo haga. También es cierto que muchas manías son rutinas que quedan instauradas o un poco distorsionadas. Por ejemplo, mirar el móvil. Es decir, hay un contexto que puede determinar las manías. Y luego hay universales, que aparecen porqué sí.
Entonces, ¿qué hacemos como padres? ¿Ocultar nuestras manías a nuestros hijos?
Tomás: Bueno, tenemos que ponerlo en contexto. Si es una manía absolutamente irrelevante, tienes que saber ceder. Hay que respetar un poco la libertad de cada uno. A mí, por ejemplo, me decían que era un niño muy sensible, que no jugaba a fútbol y estas cosas, pero soy la mar de normal, y trabajo y me gano la vida como cualquier otro.
Tengamos o no tengamos manías, vamos a reírnos con el libro, ¿verdad?
Fernando: ¡Claro! La primera función del relato es que cada uno cuando empiece a reconocerse a si mismo y vea que el personaje se va pasando cada vez más de vueltas piense que qué mal que está ese. Porque lo llevamos al extremo con el fin que uno diga “no estoy tan mal, pero si me paso, podría llegar ahí”. La idea es reírnos de nosotros mismos y de nuestras manías y, sobre todo, sin dogmas. Cuando yo leía la parte psicológica de Tomás esperaba que me dijese si era bueno o malo y cómo tenía que actuar, pero no lo hace, da consejos, pero no dogmatiza. Y cuando acabas de leerlo te das cuenta de que sabes mucho más acerca de esa manía. No es un libro de autoayuda sino de reírnos y de comprender.
Tomás: Fíjate en el subtítulo del libro “Cómo convivir con tus manías”. ¡Vamos a salvar trabajos y matrimonios!
¿De dónde sale este género del psico-relato?
Fernando: Del genio de dos maniáticos. Nos dimos cuenta que con el relato no había suficiente y que necesitábamos la compensación de la parte psicológica, que aportó Tomás. Es un libro escrito para desdramatizar, en clave humorística, pero al mismo tiempo con rigor y muy claro.
¿Las historias de los relatos son todas ficticias?
Fernando: Sólo hay una basada en una persona real.
Tomás: Pero el resto podrían ser reales. Yo he tenido clientes de todo tipo.
¿Hay alguna manía que os moleste especialmente?
Tomás: Yo no soporto cuando alguien se rasca y hace ruido.
Fernando: Yo no soporto cuando alguien me pone bien el cuello de la camisa. (Ríen). No tengo problema con el contacto físico, pero, en cambio, si me tocan la ropa, no lo soporto.
¿Qué hay de las manías con el propio cuerpo?
La mayoría no son manías, son complejos, que están muy ligados a la autoimagen y al autoconcepto, y puedes llegar a distorsionarlos. De hecho, el “Yo soy así y no me importa” pretende aligerar eso. Al final puedes ser como te de la gana, tener la rareza más peculiar del mundo, pero habrá alguien a quien le gustarás. Yo he visto parejas absolutamente de todo tipo.
¿Diríais que es un libro de autoayuda?
Tomás: Yo creo que no existe la categoría, tenemos que inventarla.
Fernando: Mira, Álex Rovira siempre me dice que esta etiqueta tiene un cierto tinte peyorativo, pero, dime un libro que no te ayude, y que valga la pena. ¿La poesía ayuda? Pues sí, también. Otra cosa es que vaya directamente a ayudarte como eje, pero yo estoy bastante de acuerdo con Álex con esto. La autoayuda ha estado muy denostada, pero yo he escrito en grandes editoriales con una voz absolutamente literaria y soy el mismo autor, ¿qué problema hay? Tenemos un ansia por categorizar y situar en un nivel jerárquico increíble.
Tomás: Bueno, tampoco hemos hecho cuentos analizados, es algo muy especial. Decir que la autoayuda es mala es como decir que el teatro es malo. ¿Cuántas obras buenas hay y cuántas malas? Pasa lo mismo con todo, que no podemos valorarlo todo como un único género.
Tomás, ¿te molesta que te categoricen como escritor de autoayuda?
Tomás: Yo al principio odiaba la autoayuda, pero después de escribir el primer libro, “Fortaleza emocional”, y con todo el feedback que recibí, realmente vi que ayudó a mucha gente, que a lo mejor vivían en un pueblo perdido de Badajoz, y no podía salir de allí, o no podían ir al psicólogo porque no tenían dinero, o por la presión o por miedo… Entonces me di cuenta de que estaba muy equivocado, y la reflexión era esa: hay autoayuda malísima, y otra de buena, capaz de ayudarte de verdad.