Tenemos nuestra esperanza puesta en que el nuevo año sea mejor, en que termine la pesadilla y volvamos a disfrutar de la libertad a la que estamos acostumbrados, que se reactive la economía, que volvamos a abrazarnos… pero no podemos cometer el error de esperar a que todo pase para ponernos manos a la obra a construirnos una vida como queremos.
Ya sabemos que es mentira lo de “después estaré bien”, porque seguramente ya hemos caído en más de una ocasión en pensar que cuando algo ocurra (ser mayor, encontrar un trabajo, conseguir una casa, un puesto, jubilarse, etc.) estaremos bien; y ya sabemos (aunque a veces vivimos como si no lo supiéramos) que estar bien depende de cómo pensamos y no de lo que conseguimos, tenemos o de las circunstancias externas favorables.
Estar bien depende de cómo pensamos y no de lo que conseguimos, tenemos o de las circunstancias externas favorables
Parece que esta es una de las grandes trampas mentales de la Sociedad del Rendimiento (también llamada Sociedad de Cansancio porque vamos acumulando frustraciones hasta que nos agotamos física y mentalmente). La tendencia social es hipotecar el presente en pro de un futuro que, aun en el caso de que llegara, no tiene por qué cumplir la ansiada promesa de bienestar.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí como sociedad? Pues aún no está muy claro. En unos años, si conseguimos cambiar de paradigma, podremos verlo más claramente. ¿Y qué hacemos ahora? ¿podemos salirnos de la Sociedad del Cansancio? Bueno, algunas personas lo hacen; pero son una minoría. Se lían la manta a la cabeza y buscan un entorno natural donde vivir, simplifican sus vidas, reducen sus expectativas, reducen sus necesidades y renuncian a la sobreestimulación del cerebro y al consumismo de esta época para buscar una vida más armoniosa, con más paz y bienestar.
Esta tendencia ya tiene nombre desde hace unos años, se llama downshifting.
Es verdad que aún no llega a estar de moda en nuestro país, se supone que lo estará en unos años ¿Por qué? Porque cada vez son más las personas totalmente insatisfechas con el ritmo de vida que llevamos, que es insano y nos provoca malestares psicológicos en mayor o menor medida. Y que no nos permite disfrutar de las pequeñas alegrías de la vida.
Nuestro cerebro suele estar sobre-estimulado y sobre-exigido todas las horas de vigilia del día
Incluso a veces, nuestro cerebro está demasiado sobrepasado cuando dormimos porque no somos capaces de relajarnos, de calmarnos.
El principal efecto del paradigma social imperante es el estrés cronificado. Que es la segunda causa de baja laboral en Europa desde hace más de 10 años y es el problema de salud que más personas refieren al acudir a su médico (o bien directamente consultan por estrés o consultan por cualquier somatización causada por el estrés crónico).
El estrés crónico es el mal de este siglo
Y es el que desencadena todos los demás males físicos y psicológicos que nos aquejan. Cada uno tiene lo suyo; pero todos tienen una fuente común. Todos se desencadenan porque el cuerpo se desequilibra al mantener durante mucho tiempo un estado de alarma.
Existen numerosos estudios que demuestra que aun teniendo la predisposición genética a padecer una enfermedad (como por ejemplo alzhéimer, esquizofrenia o diabetes) podemos no tener dicha enfermedad si vivimos una vida libre del estrés perjudicial.
Lo peor del estrés crónico es que nos saca de vivir el presente, desconecta de lo que da sentido a la vida: el amor
Tampoco es solo por las enfermedades que podemos desarrollar, lo peor del estrés crónico es que nos saca de vivir el presente, desconecta de lo que da sentido a la vida: el amor. Nos quita empatía, nos quita conexión (con nosotros, con los demás), nos quita la alegría y el disfrute, ¡nos quita todo lo bueno!
Y entonces ¿qué podemos hacer para conseguir bienestar en esta sociedad?
Lo primero es tener claro que el bienestar no va a llegar por sí solo, pase lo que pase, viviendo como vivimos; no volvamos a engañarnos con el “después estaré bien” porque solo nos retrasa el ponernos en camino. Hay que tomar acción para reducir el nivel de estrés perjudicial. ¿Cómo?
- Ser conscientes. Saber cómo afecta a nuestro cerebro y su funcionamiento (justo lo que espero te hayan dado estas líneas).
- Decidir poner acción para conseguir sentirnos bien se den las circunstancias que se den. Esto implica soltar la queja y la autoexigencia y buscar el agradecimiento y la aceptación (tanto de lo que queremos o podemos cambiar como de lo que no).
- Establecer rutinas saludables físicas: sueño de calidad, buena nutrición, ejercicio físico, respiración profunda.
- Eliminar hábitos mentales destructivos: la autoexigencia y la autocrítica excesivas. La comparación. La culpa. La vergüenza. La postergación. El victimismo.
- Fortalecer hábitos mentales de libertad emocional: el autoconocimiento, el agradecimiento, el optimismo, la aceptación, las expectativas realistas, la compasión, etc.
Ya sabemos cuál es la mentalidad del bienestar, sólo tenemos que enfocarnos en desarrollarla este año.
Guadalupe Gómez Baides, Directora del Instituto Europeo del Bienestar y creadora del Método Eficacia Mental®