El primer paso para superar un cambio es su aceptación. Que lo hagas no implica que te guste o que estés de acuerdo, pero hasta que no dejes de negar lo evidente, no podrás dar el primer paso hacia tu nuevo destino. Aquí tienes algunas claves para asumir cualquier transformación y sacarle partido.
1. Di adiós a los ataques de ira
¿No me digas que te has enfadado por culpa de un cambio inesperado? ¡Pues ahórrate el berrinche! La queja, los enfados y los reproches no sirven de nada. Un ataque de ira no te va a servir para sentirte mejor, ni para descargar tu tensión ni mucho menos para adaptarte constructivamente al cambio. Te animo a que te calmes y a que te relajes, ya que con tu enfado lo único que estás haciendo es consumir un precioso tiempo que deberías invertir en analizar el cambio y buscar las mejores estrategias para gestionarlo. Recoge toda tu ira y transfórmala en rabia de la buena, sí, en la que siente un atleta en la línea de salida, en energía de primera calidad capaz de alimentar tu paso a la acción.
2. Actualiza tus esquemas
Quizás alguien te hizo creer que ibas a tener un trabajo, una pareja y una casa para toda la vida. Pues lo siento mucho pero nada más lejos de la realidad... La vida es dinámica e inestable, por lo que te animo a que repases urgentemente todos tus esquemas. De la misma manera que ocurre con los programas de un ordenador o con el software de un móvil, necesitamos ir actualizando nuestras ideas preconcebidas acerca de la realidad. La vida se transforma… ¿Cómo no vamos a cambiar nuestra forma de ver las cosas? ¿Cómo no vamos a actualizar nuestros esquemas? Todo cambia, tú también, así que únicamente serás feliz si eres capaz de aceptar y de adaptarte al cambio con celeridad.
3. Supera tus miedos
Entiendo que los tengas. Yo también los tengo, muchos… Pero tengo más valor que miedo. Movilízate y pasa a la acción. Integra el cambio en tu vida, no sigas negándolo, no sigas cerrando los ojos, no sigas ignorándolo. Prueba cosas nuevas. Aventúrate más allá de tu zona de confort. Entrénate activamente, igual que se entrena un cachorro para la vida. Oblígate a asumir pequeños cambios a modo de entrenamiento. Prepárate en la calma para que cuando llegue la tormenta en forma de cambio inesperado, sepas con qué recursos psicológicos (como la resiliencia, saber afrontar el estrés...) cuentas para hacerle frente. Tienes muchos más recursos de los que crees, pero no se activarán hasta que no los necesites.
4. Desbloquea tu resistencia
Quizás en algún momento sufriste y lo pasaste mal; pero la causa de tu sufrimiento no fue el cambio en sí, sino tu reacción al cambio. Es posible que desde el sufrimiento decidieras no volver a correr ningún riesgo más, no volver a sufrir más. Pero probablemente volverás a pasarlo mal en otras ocasiones. Las decisiones que no tomamos no nos duelen, lo cual no significa que no tengas que tomarlas. A veces tú misma tienes que ser promotora del cambio. Revisa la vida que tienes y valora si tienes que incluir algún cambio para poder disfrutarla intensamente. Si te sientes estancada y apagada provoca el cambio que tu vida te está pidiendo.
5. Analízalo cuidadosamente, con detalle y amor
No te precipites en tus conclusiones, no infravalores el impacto que puede tener en tu vida. Analiza minuciosamente los motivos del cambio, las implicaciones que tiene y las consecuencias que acarreará. Solemos mezclar nuestros deseos y nuestros miedos (incluso la comodidad) en los análisis que realizamos, y esto nos perjudica. Si queremos cambiarnos de casa todo serán ventajas. Si no queremos cambiar de puesto de trabajo todo serán problemas. Ten mucho cuidado con tus conclusiones, tu análisis no puede ser tendencioso, ya que acabarías sobrevalorando las ventajas del cambio o magnificando los inconvenientes derivados de él.
6. Ten cuidado con la atención selectiva
Tu mente entra en resonancia con tu estado emocional. Si estás feliz pensarás en clave positiva, si estás triste lo harás en negativo. Todo cambio implica un nuevo escenario en el que puedes encontrar problemas que solucionar y oportunidades de las que disfrutar. Si estás muy agobiada por el cambio te ofuscarás y solo verás problemas derivados de este. Tu mente habrá entrado en resonancia negativa por lo que no podrás ver el tren de oportunidades que está pasando justo delante tuyo. Presta atención al color de tus pensamientos por si estás pensando en blanco y negro. Huye de la monocromía y busca y propicia un pensamiento rico con una amplia paleta de colores.
7. No confundas una consecuencia incómoda con una negativa
Un cambio de lugar de residencia tiene consecuencias incómodas como la mudanza, pero estas consecuencias, en realidad, no son negativas, tan solo incómodas. Abandona las actitudes tremendistas o victimistas y adopta una actitud constructiva y realista. Si centras tu atención en las consecuencias incómodas que todo cambio tiene, nunca harías nada. Cambiarse de coche, por ejemplo, incluso si es un coche mucho mejor, supone tener que aprender de nuevo dónde están los mandos, el funcionamiento de la radio y familiarizarse con las dimensiones del vehículo nuevo. ¡Pero si es que hasta cambiarse de coche tiene consecuencias incómodas!
8. Vé más allá del cambio
Expande tus horizontes. Un cambio de trabajo es mucho más que un cambio de trabajo, es un cambio de filosofía vital, de compañeros, horarios y estímulos. Cuando analices las consecuencias del cambio no te limites a valorar solamente el corto plazo. Los mejores cambios suelen ser incómodos en el momento y los primeros días, pero beneficiosos a medio y largo plazo. ¡No permitas que la comodidad determine tu futuro! La manera en como gestiones un cambio determinará si el, a priori, futuro incierto del cambio se decanta hacia una evolución positiva o hacia una evolución negativa. Un cambio de trabajo será más o menos positivo en función de la actitud con la que afrontes esa nueva etapa laboral.
9. Anticípate al cambio
No esperes que un cambio, que era predecible, irrumpa como una manada desbocada de elefantes en tu vida. Identifica los posibles cambios que pueden darse en el futuro y anticípate a ellos, así no te pillarán por sorpresa. Si vas a ser madre, no esperes a que nazca tu bebé para adaptar tu vida, tu trabajo y tu casa. Muchos de los cambios a los que nos tendremos que adaptar suelen avisarnos, pero no lo queremos ver. Aprende a identificar cuándo se está acabando una etapa para poder cerrarla y concentrarte en abrir una nueva. La vida es como es, no como nosotros queremos que sea siempre; es una sucesión de etapas, pero no olvides que tú puedes incidir en el final de una etapa y en el inicio de otra.
¿Cómo enfrentarse a las decisiones?
No sabemos tomar decisiones pero sigue esta estrategia. Define qué quieres cambiar, acota; analiza el contexto, pero no lo hagas solo teniendo en cuenta lo que nos apetece, atiende al positivo y al negativo. El siguiente paso es valorar las alternativas, pero no te centres solo en las cómodas ni en las malas. Presta atención a la evolución de esas alternativas. Ocurre que normalmente solo analizamos el corto plazo. Por ejemplo, separarte es un drama. Pero a medio y largo plazo puede irte bien. Luego, prioriza: no solo hay una solución buena. Finalmente, pasa a la acción. Podemos tomar poco a poco la decisión o lanzarnos. Pero durante todo este proceso, ten cuidado con los sesgos que nos contaminarán: el miedo, el deseo y la comodidad. Vence todo ello y decide.