Las palabras “nazis” y “holocausto” nos hacen pensar de inmediato en insoportables imágenes de horror, pero también nos recuerdan a todas las personas que arriesgaron sus vidas y a menudo las perdieron para salvar a quienes estaban condenados a morir. Una de esas personas fue Irena Sendler, una extraordinaria mujer polaca.
Irena había nacido en 1910 y era hija de un médico que la acostumbró desde niña a relacionarse con normalidad con los judíos de su ciudad. Alumna brillante, fue una de las primeras mujeres que ingresaron en la Universidad de Varsovia, donde se licenció en Literatura.
En 1939, cuando su país fue ocupado por la Alemania nazi, dando origen a la Segunda Guerra Mundial, Irena se incorporó a trabajar en los Servicios Sociales de Varsovia, al mismo tiempo que se integraba en el movimiento clandestino Consejo Polaco de Ayuda a los Judíos. Durante los primeros años de la ocupación, se dedicó a conseguir documentación falsa para que numerosas familias judías pudieran huir de Polonia. Así logró salvar a unas 3.000 personas.
Esa actividad estaba castigada por los nazis con la pena de muerte, pero Irena y los demás voluntarios de la organización demostraron ya entonces una extrema valentía. Su compromiso llegaría aún más lejos a partir de 1942, cuando el Consejo la nombró jefa de la Sección Infantil.
Por aquel entonces, unos 400.000 judíos vivían hacinados en el Gueto de Varsovia a la espera de ser enviados a los campos de exterminio, que comenzaban a organizarse “industrialmente” en ese momento. A los nazis les preocupaba que las pésimas condiciones higiénicas del gueto provocasen alguna epidemia que pudiese contagiarse al resto de la ciudad. A diario, un equipo de sanitarios entraba allí para controlar.
Como enfermera improvisada, Irena Sendler formaba parte de ese grupo. Ayudada por unos 30 voluntarios –casi todos mujeres–, durante meses aquella heroína fue sacando a niños del gueto, escondidos en ambulancias, en carros o incluso en maletas. Así logró poner a salvo a 2.500 criaturas, que fueron acogidas con documentos falsos por familias polacas y por monjas de conventos católicos. Al mismo tiempo, en diversos jardines de colaboradores se enterraron tarros que contenían los verdaderos nombres de los niños y el lugar en el que habían sido escondidos.
Lamentablemente, cuando la guerra terminó, la inmensa mayoría de las familias de las que procedían habían sido exterminadas. En 1943, Irena fue detenida por la Gestapo y torturada. Ante su resistencia a ofrecer ninguna información, fue condenada a muerte, pero su organización logró salvarla cuando era trasladada al lugar de ejecución. Con una nueva identidad, volvió a incorporarse a las tareas sociales y a colaborar en la clandestinidad.
Cuando la guerra terminó y los comunistas llegaron al poder, siguió realizando labores de ese tipo, ocupándose de orfanatos y residencias de ancianos. Sin embargo, el gobierno comunista siempre receló de ella y ni siquiera le permitió viajar a Israel en 1965, cuando fue elegida como una de los Justos entre las Naciones que contribuyeron a salvar las vidas de ciudadanos judíos.
Irena Sendler murió el 12 de mayo de 2008, a los 98 años, aclamada y respetada por la comunidad a la que tanto ayudó y, sin duda, por todas las personas de bien, que ven en ella a uno de los seres humanos más decentes de cuantos dio el tristísimo siglo XX.