En Navidad, más allá de los tópicos de los buenos deseos, la unión familiar, la generosidad de unos cuantos días, el mensaje de espiritualidad y esperanza de los más píos y las fiestas sucesivas, están los regalos. Algunos dirán que eso es lo de menos; pero no saben lo equivocados que están.
Los regalos esconden toda una simbología que se interpreta. En un regalo fallido puede encontrarse el detonante de una relación rota o de una guerra para siempre. Los regalos, además, se comparan. Se notan lo que se hacen con el corazón. Y también los hechos solo con la cartera. Se sabe los que se perpetraron con el puño cerrado e incluso los que se volvieron a regalar tras desecharlos.
En el regalo se escribe mucho de la personalidad del que regala. Si es rumboso se nota. Si es agarrado también. Y si es un miserable, se ve de manera contundente y precisa. En los bien escogidos no solo va la certeza de la alegría de quien lo recibe, sino también su consideración instantánea para quien regala. En los fracasados vive la indiferencia de quien los hizo y el rencor de quien los acogió.
Helen Fielding, la escritora británica de cuya pluma nació El diario de Bridget Jones, dice que le tiene “terror al intercambio de regalos con los amigos porque, al contrario que con la familia, no hay forma posible de saber quién te va a regalar algo y quién no, ni si los regalos han de ser pruebas de cariño o regalos de verdad, y todo es como un intercambio de plicas selladas”.
Un intercambio en el que acertar puede suponer el acercamiento y errar la distancia. Y que requiere meditación. Y también su justa proporción y medida. No se puede regalar de más, en exceso, y poner en un aprieto al que no podrá regalar por igual, ni tampoco regalar de menos y quedar por debajo del regalo que se va a recibir. En la correspondencia está el secreto, aunque como asegura Carlos Ruiz Zafón “los regalos se hacen por gusto del que regala, no por mérito del que recibe”. O así debería ser, porque hay muchos regalos que son puro compromiso, en los que se debe poner no solo la atención, sino, sobre todo, la intención. Y otros que no son más que veneno envuelto con un lazo y comprometen.
En cuanto a los regalos familiares, es necesario escuchar y no confundirse. Que se note que, independientemente del tamaño, el regalo lleva cariño en la caja. Porque eso es en realidad lo que siempre se pretende: que el regalo hable de nuestro amor, y que el regalado nos ame más tras lo recibido. Dicho todo esto, como lo que de verdad importa son los afectos y no los objetos, y no hay mejor regalo que aquel que no se olvida, “te regalo todo lo que dije hasta ahora”. La frase es de Alicia en el País de las Maravillas y siempre permanece en mi memoria, como todos los regalos tangibles y sobre todo intangibles que me han hecho inmensamente feliz.
Mis tres recomendaciones:
1. Alicia (Edición completa), de Lewis Carrol. Editorial Luis vives (EDELVIVES). Una edición excepcional, de Alicia en el País de las Maravillas, que reproduce fielmente el texto publicado en 1865 y su continuación, A través del espejo y lo que Alicia encontró allí y que incluye las magníficas ilustraciones originales de Sir John Tenniel, coloreadas por Harry Theaker en 1911 y Diz Wallis en 1995.
2. Chanel Boy, la nueva fragancia de la casa creada para los hombres pero apta para las mujeres, en homenaje al gran amor de la diseñadora. La esencia del más puro estilo Chanel, capaz de aunar lo femenino y lo femenino en un perfume que no es unisex…
3. Las pulseras de Candelas Sastre (candelassastre.com) de cualquier material.
