Los españoles dormimos de media una hora menos que los ciudadanos europeos. La diferencia no es dramática, sin embargo, lo que sí preocupa a los expertos son las cifras de trastornos de sueño. Según el Comité Español de Acreditación Medicinal del Sueño (CEAMS), un tercio de la sociedad padece algún tipo de trastorno. Más en detalle, se cree que el 10% de la población sufre insomnio crónico y que el 19% tiene somnolencia diurna como consecuencia a la mala higiene de sueño.
Dormir tiene una incidencia directa en el bienestar del ser humano. No sólo lo ayuda a estar más activo y despierto durante el día, sino que afecta a la conducta alimentaria, al metabolismo y puede incluso degenerar enfermedades cardiovasculares (diabetes y obesidad) y neurodegenerativas. En estos casos, la siesta pierde su mala fama, esa que la asocia a personas holgazanas y se erige como la solución ideal.
Pero, ¿qué condiciones deben darse para una siesta ideal?
26 minutos
El eterno debate en torno a la siesta es la duración. ¿Cómo establecer el límite entre una siesta que dure lo suficiente como para que resulte reparadora, pero no tanto como para causar somnolencia después?. Fue la Agencia Espacial Norteamericana (NASA) quien zanjó el debate en torno a la duración de la siesta perfecta. 26 minutos.
La Escuela Médica de Harvard secundó poco después esta tesis: Un estudio de la School of Pyschology de la Flinders University (Austrlia) determinó que las siestas de más de media hora "producen un período de lucidez mental y problemas en su funcionamiento inmediatamente después".
Comodidad
El temor a que nos deje aletargados nos lleva, erróneamente, a dormir la siesta en cualquier lugar y de cualquier modo. Evitar la comodidad a toda costa no parece la mejor forma de descansar y lograr un sueño breve, pero reparador. No es necesario meterse en la cama, pero sí estar tumbado en el sofá, en un lugar silencioso y, a poder ser, algo oscuro.
Término medio
También en las siestas, el término medio es lo más recomendable. El mejor momento para buscar el momento de inactividad y desconexión es el más cercano a la mitad del día. Sobre todo porque no conviene que la siesta se acerque y repercuta negativamente en el verdadero descanso, el nocturno. La hora ideal es entre las 12h y las 16 horas.
Prohibidas a los insomnes
Cuando se tiene insomnio puntual, las siestas son muy desaconesejables. Es conveniente reeducar el horario del cuerpo, volver a enseñarlo que la noche es el momento de ir a la cama y que, en todo caso, la siesta es algo así como un canapé. No nos debe quitar el hambre, sino ayudarnos a aguantar mejor a la hora de la comida real.
Sin elementos de control, pero controlada
Los relojes están vetados en la cama. Y eso es extensible a los móviles y cualquier otro aparato tecnológico que contenga la hora. Los expertos recomiendan que seamos más estrictos con el sueño: a la cama se va a dormir. Eso sí, las siestas se hacen siempre con alarma para no sobrepasar el tiempo aconsejado.
El café, un extraño aliado
La cafeína necesita unos 20 minutos o media hora para hacer efecto en nuestro cuerpo. En cambio, al instante produce sensación de somnolencia. Por eso, se recomienda ir a dormir justos después de tomarlo.
Sin presión
El objetivo real de la siesta es hacer una pausa, buscar unos minutos de inactividad, de desconexión, que nos permitan afrontar el resto del día con energía. Así que a veces no es necesario caer en el sueño y basta con poder cerrar los ojos y descansar la mente 10 minutos.
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Los secretos para hacer la mejor siesta de tu vida
Tras años de desdén, de ser identificada como un signo de holgazanería, las evidencias científicas en torno a los beneficios del descanso a mediodía para la agudeza mental y la salud en general han cambiado la forma de ver las siestas.
