La percepción del tiempo es completamente subjetiva. Una hora haciendo algo que nos resulta aburrido puede parecernos interminable y en cambio la misma cantidad de tiempo haciendo algo divertido parece pasar en un suspiro. Por eso necesitamos de divisiones temporales objetivas ?segundos, horas, días, semanas, años- para que los tiempos de todos coincidan.
Una función que también cumplen los marcadores temporales, esas muescas que ponemos en nuestro calendario personal y que nos ayudan a organizarnos y sobre todo a tomar conciencia del paso del tiempo. Por eso, celebrar las navidades, aunque seamos ateos, o cualquier otra fiesta del año, nos ayuda a situarnos en el tiempo y a no quedar aturdidos por la uniformidad de los días que a veces hacen que no veamos pasar los meses ni los años. Especialmente a medida que crecemos. Por eso es importante marcar fechas en el calendario, ya sean celebraciones ?no dejar de festejar los cumpleaños e incluso los santos- o fechas límite para llevar a cabo un proyecto, para situarnos.
Tener referentes en el tiempo nos ayuda a organizarnos. Si nos ponemos una fecha límite para hacer algo es mucho más probable que lo llevemos a cabo que si sencillamente pensamos que 'ya lo haremos cuando podamos'. Así mismo, jalonar de fechas especiales nuestro año nos ayuda a recordarlo con mayor intensidad y a tener una percepción más clara de lo que hemos hecho en los últimos doce meses, para evitar la terrible sensación de que el tiempo se nos escapa de las manos.
Márcalo en rojo en el calendario
Los marcadores temporales nos ayudan a tomar conciencia del paso del tiempo, a cumplir objetivos y a poder dar un hilo narrativo a lo que nos sucede.
