Ya sabemos que vivimos profundamente desconectados de nosotros mismos. Tanto es así que muchas veces no sabemos ni cuáles son nuestros gustos, ni qué planes de vida tenemos, ni reconocemos cuándo necesitamos bajar el ritmo o ir al baño.
La rapidez y el ritmo de vida que nos forzamos a llevar favorece esta desconexión crónica. Nos alejamos cada vez más y más de nuestra esencia hasta llegar al punto de no recordar que existe algo más que la película que nos contamos cada día.
Olvidamos también cómo se reconecta y vivimos permanentemente sincronizados a una frecuencia terrenal, que no está mal, pero que es insuficiente.
¿Qué nos está moviendo?
Es cierto que las personas hoy en día crecen desconectadas. Siempre he creído que nacemos sabiendo conectar con el presente, sabemos cuándo tenemos hambre y cuándo estamos llenos, sabemos divertirnos y de pronto toda esa magia de la vida se empieza a apagar.
Con ella, se apaga la maravillosa conexión con lo verdaderamente importante. Después, las épocas complejas, la rapidez, la inconsciencia día tras día, terminan por desconectarnos al punto comentado: no sabemos cómo regresar y/o olvidamos que hay un lugar al que regresar.
Uno de los problemas de todo esto es que, si no conectamos con nosotros mismos, no nos conocemos; y si no nos conocemos, tampoco conocemos nuestros valores, nuestros objetivos o deseos, nuestros anhelos, ni lo que es importante para nosotros. Y todo esto se traduce en que:
- No tomamos buenas decisiones.
- Tenemos objetivos que no son nuestros.
- Seguimos con miedos que se han quedado obsoletos
- Nos estancamos, sufrimos parálisis por análisis.
- Vivimos con estados de ánimo que no representan realmente lo que somos, queremos o cómo estamos.

Reconectar puede ser la clave
A veces no levantamos cabeza. El día a día nos supera, las tareas infinitas no nos permiten tomar espacio para cubrir nuestras necesidades espirituales o tener hobbies, absolutamente cada actividad de la jornada es una obligación o pesa como si lo fuera.
No sabemos a dónde vamos, no tenemos tiempo para pensar en el propósito de nuestra existencia, seguimos en la rueda de hámster, con inercia y velocidad suficiente como para no tener que pensar.
Pero tampoco atendemos nuestras heridas, nuestras relaciones se van deteriorando –incluyendo la que tenemos con nosotros mismos-, olvidamos la forma de hacernos felices y también olvidamos lo que es la curiosidad, la creatividad y el disfrute del presente.
Aprender a reconectar con nosotros mismos y crear un hábito que cubra esa necesidad espiritual que todos tenemos puede ser determinante en tu bienestar y calidad de vida. Quizás lo tengas todo, o quizás no, pero si no bloqueas espacios para ti, poco a poco vas olvidando cuál era el camino a casa.
Reconecta contigo cada día
Quiero compartir contigo cuatro hábitos que puedes adoptar en tu día a día que responden a cuatro áreas importantes de las personas. Estos hábitos te ayudarán a crear un espacio de conexión mientras bajas el ritmo.