Los primeros datos que hacen referencia a la influencia de la música sobre el bienestar personal son del antiguo Egipto, del año 1500 a.C. Con el paso de los años, la música siguió teniendo un papel muy importante en distintos ámbitos de la vida de las personas. No fue hasta después de la Segunda Guerra Mundial, concretamente en 1950, cuando la música culminó como aplicación terapéutica con el nacimiento de la primera asociación de musicoterapia.
Escuchar música ayuda a armonizar nuestras células y nuestras emociones, conecta las neuronas de manera que se activan las emociones. De esta manera, la musicoterapia es un tratamiento no doloroso que trabaja desde la prevención. Por eso, cualquier persona puede aprovechar los muchos beneficios que ofrece esta terapia, cuyo objetivo principal es dar voz a nuestro interior.
La música tiene un carácter sanador que ayuda a establecer el equilibrio emocional, así como canalizar los conflictos personales internos y evitar que deriven en una enfermedad. Se encarga de expresar lo que no somos capaces de comunicar y es una fuente de emociones y placer.