Cambiar de aires, ir a un lugar en el que no hayamos estado nunca o que asociemos al dolce far niente, es una de las formas más eficaces de romper con las obligaciones de la vida diaria en vacaciones. A lo largo del año, a menudo nuestro tiempo está pautado al milímetro, desde la hora en que nos levantamos al tiempo que tardamos en llegar al trabajo, el que podemos dedicar a comer o que pasamos en el gimnasio. Todo ello, a la larga, supone un sobre esfuerzo que hace que al llegar las vacaciones la primera palabra que nos venga a la cabeza sea para muchos: descanso.
Sin embargo, con la lógica productivista a la que estamos acostumbrados, a menudo planificamos nuestras vacaciones como si fueran una de nuestras agotadoras jornadas, en las que queremos 'aprovechar' el tiempo al máximo sin darnos cuenta de que, a veces, no hay nada que nos pueda sentar mejor que no hacer nada. Leer a la sombra de un árbol, darnos un baño en la playa, tomar un largo café en una terraza, dormir la siesta? En vacaciones, si logramos realmente romper con la rutina, podemos sentir como el tiempo se estira y logramos disfrutar plenamente del instante.
Tras las vacaciones la vuelta a la rutina se impone y no siempre es fácil recuperar el ritmo. Por ello, si las hemos pasado lejos de casa, está bien regresar unos días antes para, poco a poco, ir recuperando el ritmo habitual. También puede ayudarnos intentar ir ajustando los horarios, acostándonos más temprano y levantándonos antes, para que cuando volvamos al horario laboral no nos resulte tan duro. Y, sobre todo, una vez de vuelta al trabajo, procurar no perder de vista que seguimos necesitando momentos de descanso y de diversión fuera del marco laboral.
No todo es bueno al cambiar de ritmo en verano
Romper con la rutina en vacaciones es clave para lograr desconectar y dejar atrás el estrés de la vida diaria. Sin embargo, también puede hacer más difícil recuperar el ritmo habitual.
