En las sociedades occidentales, y especialmente en las grandes ciudades, parece un crimen quedarse solo en casa sin hacer nada en lugar de "aprovechar el tiempo". Detrás de este razonamiento puede esconderse una obsesión por evitar el vacío por encima de todo. Este miedo al aburrimiento puede hacer que nos perdamos experiencias como la meditación, la reflexión o el simple descanso mental.
Primero de todo hay que preguntarse qué nos aportan las actividades con las que llenamos el tiempo. Si mirar el móvil cada dos horas es suficiente para saber qué información nos ha llegado, ¿por qué lo hacemos cada cinco minutos? Pues porque cada vez que recibimos un mensaje tenemos una pequeña descarga de adrenalina que nos hace sentir bien. Eso sí, la alegría disminuye de forma inmediata, sentimos miedo y aburrimiento, y necesitamos volver a mirar el móvil a los pocos minutos.
El aburrimiento prolongado puede sacarnos de estos estados de nerviosismo, ya que durante el tiempo que parece estar vacío podemos meditar o reflexionar. La meditación, por un lado, requiere silencio para escuchar a la voz interior y la reflexión, por el otro, necesita de la calma. Estas actividades solitarias pueden parecer improductivas, pero a la larga generan un bienestar mucho mayor que las que hacemos solo por miedo a aburrirnos.
Perder el miedo al aburrimiento
En las sociedades modernas que esperan la gratificación inmediata de forma constante, muchos sienten miedo a aburrirse, rebajando así su nivel de bienestar.
