¿Qué pasaría si midiésemos la riqueza de las familias en función del tiempo libre que tienen sus miembros? ¿Te has preguntado alguna vez qué ha pasado con los hobbies de la mayoría de las personas? ¿Cuánto tiempo te queda si le restas a tu día el trabajo, el hogar y la crianza? La respuesta a todas estas preguntas está relacionada con un nuevo concepto de la sociedad moderna: la pobreza de tiempo.
¿Qué es la pobreza de tiempo?
Se trata de un índice que mide la riqueza de un país, una familia o un individuo en función de su tiempo libre, entendiendo por tiempo libre el tiempo que queda después de restar el trabajo, las tareas del hogar y otras responsabilidades como la crianza, las tareas administrativas, etc. Básicamente, si lo resumimos mucho nos quedamos con: ¿después de tus obligaciones, cuánto tiempo te queda?
Hace un par de meses publiqué en mi Patreon una guía llamada ¿Cómo mejorar mi relación con el tiempo? en la que, entre otras cosas, exponía la diferencia entre pobreza de tiempo, gestión de tiempo, sensación de no tener tiempo y relación con el tiempo.
Cuando pensamos que no tenemos tiempo para hacer algo, es importante identificar cuál o cuáles de estos conceptos está operando, porque la solución óptima se encontrará diagnosticando bien la situación. Y, la realidad es que, en muchísimas ocasiones, se da una pobreza real de tiempo, ya que muchas personas no tienen ni una hora libre al día, quizás ni una hora libre a la semana.

Consecuencia principal de la pobreza de tiempo: ¿Dónde está mi tiempo libre?
Una de las consecuencias más claras de la pobreza de tiempo es que no hay tiempo libre. Libre de obligaciones, libre de tareas... No tenemos tiempo realmente libre. Por tanto, vamos sacrificando aspectos a medida que la pobreza acusa más y más.
Le dedicamos cero horas a nuestra espiritualidad. Le dedicamos poco o nada a nuestra salud mental. Vamos perdiendo todos nuestros hobbies. Terminamos por no cultivar relaciones de calidad por falta de tiempo para ello. Nuestro tiempo libre, el tiempo para las cosas verdaderamente importantes, se nos escapa entre los dedos.
Mientras escribo esto recuerdo que antes la mayoría de las personas teníamos un hobby. Puzzles, punto de cruz, pintar, restaurar muebles, escribir. Hoy en día muchas personas profesionalizamos nuestros hobbies, haciéndolos parte del tiempo productivo (obligación) y pierden la magia. Sí, logramos tener trabajos que nos gustan y nos conectan, ¿pero qué pasa con el hobby en sí mismo?
Descanso, hobbies y tardes al sol.
Siempre que reflexiono sobre este tema pienso en esas escenas de esparcimiento en el que algunas personas dedican su tarde a charlar en un banco en algún parque. Hace tiempo que me pregunto qué pasó con esa maravillosa costumbre de encontrarse cada día con amigos y vecinos a hablar de la vida. En mi espacio actual, la ciudad, lo tengo claro: la rapidez, el ruido, las tareas y el ego. Eso es lo ha pasado.
Quizás en otro espacio sea diferente. Quizás el progreso sigue haciendo de las suyas. Quizás ya no nos interesan los demás. Quizás ahora preferimos ver Netflix que sentir comunidad. O quizás no está ocurriendo nada de esto y, simplemente, son costumbres que se pierden por otras que llegan igualmente funcionales. Pero, para ello, necesitaríamos saber cuál es la funcionalidad de esas viejas costumbres de esparcimiento, hobbies arraigados y tardes al sol.

¿Qué estamos haciendo para cambiar esto?
Por último, necesariamente hay que poner de relieve qué estamos haciendo para cambiar esto y creo que, aunque el movimiento slow no sea excesivamente ruidoso, hay algo que está cambiando socialmente y en los próximos años vamos a ver los frutos.
Infinidad de personas están acercándose progresivamente a su espiritualidad. Hay varios procesos espirituales abiertos a nivel global –por decirlo de algún modo- y esto está atrayendo a muchas personas que hasta ahora no se había sentido interesadas en esa parte de sí.
En cuanto a la salud mental y el desarrollo personal, este periodo post pandémico está suponiendo una dura adaptación para todos nosotros, de forma que, entendiendo que la realidad ha cambiado para siempre, nos sentimos llamados a vivir nuestra verdad, recuperar sueños olvidados y prepararnos para todo lo que pueda ocurrir. Estando esta preparación enfocada a vivir con sentido.
Las generaciones más jóvenes están valorando más el tiempo que el dinero e infinidad de adultos, de todas las edades, estamos reconectando con lo verdaderamente importante para tomar decisiones como dónde vivir, a qué dedicarnos o qué costumbres queremos enseñar a nuestros hijos.
Somos pobres de tiempo. Tenemos más cosas ahora que antes, pero mucho menos tiempo para disfrutarlas y no somos pocos los que tenemos el foco puesto en cambiar esto para siempre. Si quieres empezar poco a poco, puedes hacerlo con estos consejos para aprovechar y gestionar mejor el tiempo.