Nos quejamos, pataleamos, nos frustramos, muchas veces hasta nos damos por vencidas y terminamos por anclarnos cada vez más a esa zona de confort, que es de todo menos confortable.
Quiero compartir contigo una reflexión acerca de por qué no logras salir de tu zona de confort y, con ella, veremos cómo puedes tomar acción desde hoy mismo.
Es normal que no quieras salir de tu zona de confort, en principio nadie quiere hacerlo
Eso que llamamos zona de confort es una situación segura en la que tu yo más primitivo sabe que está a salvo, que no corre peligro y que no tendrá que enfrentarse a ninguna dificultad (física ni mental).
La razón por la que ese yo no quiere enfrentarse a dificultades es que quiere ahorrar energía, no entiende la diferencia entre “estrés causado por un peligro de muerte” o por una “preocupación imaginaria”, y ha aprendido que si te mantiene en tu zona segura, no necesita aprender ni adaptarse. ¿Quién no quiere vivir seguro toda su vida en situaciones que controla y que sabe manejar?
Todos queremos esa certeza, así que, en principio, nadie quiere salir de su zona de confort.
La zona de confort tiene innumerables ventajas a las que no quieres renunciar
Imagina dos lugares posibles: una casa pequeña, cerrada, segura, con alimento y calor, herramientas para poder hacer vida normal dentro de la casa y grandes ventanas para mirar al exterior.
Ahora imagina un lugar abierto, quizás un bosque, un desierto o una llanura, donde hiela por la noche y hace mucho calor durante el día; el alimento no es seguro, depende de lo que caces o recolectes, no tienes herramientas disponibles a menos que las fabriques y no necesitas ventanas porque ni siquiera tienes techo ni paredes.
Si tuvieras que elegir un lugar para vivir, ¿cuál de estos dos lugares sería?
Es normal que no quieras salir de tu zona de confort, de corazón, no hay nada malo en ti.
Segura sí, pero también incapacitante
El problema de no salir de la zona de confort es que, a medida que pasa el tiempo, vamos acumulando más y más razones para no hacerlo y sí, es muy segura, pero también disfuncional.
Tu yo primitivo, el que no quiere tener que adaptarse para ahorrar energía, no se ha dado cuenta todavía de que tienes recursos disponibles a diario y que el ahorro de energía no es funcional en el medio en que te mueves.
Si duermes de forma segura y tienes acceso a comida y agua, dispones de recursos para adaptarte a cualquier reto que encuentres en tu rutina diaria: correr para coger el autobús, discutir en una negociación, cuidar y alimentar a tus crías, etc. Además, ¡no tenemos depredadores! ¿Qué más podemos pedir?
El principal problema de esa autoprotección es que en la mayoría de los casos es innecesaria y, por otra parte, acarrea numerosos inconvenientes.
Inconvenientes de la zona de confort
Seguro que puedes hacer una lista de los problemas que te trae tu incómoda zona de confort, solo necesitas pensar en las cosas que quieres hacer y no haces por miedo, pereza o cualquier tipo de excusa.
Cada vez que contestes o te contestes una excusa de forma automática (las famosas frases que empiezan por “es que”), sin profundizar en si ese motivo es cierto, estás utilizando tu zona de confort para perder increíbles, por no decir necesarias, oportunidades.
Quizás quieres tirarte en paracaídas, aprender a escalar, bucear, cambiar de trabajo, divorciarte o viajar sola a algún lugar que te encante, y no lo haces por cualquier excusa automática que te viene a la cabeza.
Los inconvenientes están claros: no cambias de trabajo o no te divorcias y, por tanto, no mejoras tu situación en ninguno de los dos ámbitos; no vives experiencias apasionantes como bucear o tirarte en paracaídas; no te desarrollas personal o profesionalmente, no creces espiritualmente, etc.
Si vamos un poco más allá, las personas tenemos una serie de necesidades biológicas, psicológicas, sociales y espirituales que podrían estar desatendidas a causa de tu permanencia en la zona de confort.
No sé si se entiende lo grave que es esto último, ¡son necesidades del ser humano! Y no las satisfacemos porque el ser humano tiene un mecanismo automático de defensa ante la incertidumbre que evita que tome acción y se aventure sobre terrenos desconocidos.
Así que, sí, es normal que no quieras salir de tu zona de confort, ¿pero realmente quieres quedarte ahí a vivir?