Los 10 secretos de la gente más feliz del mundo. "¿Cómo es posible que los daneses se sientan tan contentos en un país donde llueve casi todo el año, oscurece a las tres de la tarde y los impuestos sobre la renta alcanzan casi el 60%? En una época de ahogo general, los daneses parecen respirar un aire fresco y sano", se dice Malene Rydahl en Feliz como un danés (Espasa).
A continuación plantearemos algunos de los secretos de estos norteños que saben apreciar la vida con una mirada más relajada, aquella que nos recuerda a la palabra danesa famosa por excelencia y que apela a toda una filosofía de vida: el hygge.
1. La confianza. Ésta es una virtud fundamental para permitir la evolución y el desarrollo propios. En la Ópera de Copenhague los daneses dejan, para sorpresa de los extranjeros, sus abrigos –recordemos: allí hace frío– en un guardarropa de acceso libre y sin vigilancia. Y no están locos. Como esta actitud podemos encontrar muchas parecidas en la gente de Dinamarca, y debemos aprender de ella que confiar en los demás nos mejora. Si todos accedemos a confiar los unos en los otros podremos disfrutar a nivel individual y conjunto de cada cosa de nuestra vida cotidiana más relajadamente, sin tensiones ni agobios.
Si bien es cierto que la confianza en depositar un abrigo en un guardarropa sin vigilancia conlleva un riesgo, practicar la desconfianza es, en sí mismo, un hecho absurdo: en primer lugar porque si desconfío y no dejo el abrigo, me pasaré toda la actuación de la Ópera con la incomodidad de mantener algo abultado en las rodillas, interfiriendo en el objetivo principal de salir a la ópera, disfrutar; y en segundo lugar porque si desconfío y dejo igualmente el abrigo en el guardarropa no vigilado estaré toda la obra comiéndome la cabeza pensando en el dichoso abrigo y, de nuevo, interferencias contra el disfrute propio.
Este ejemplo es válido para todo, no hace falta estresarse con cosas que sólo nos impedirán disfrutar plenamente. Confiar en los demás y, sin duda, también en uno mismo, es fundamental.
2. La educación. En Dinamarca no sólo son felices sino que además tienen uno de los sistemas educativos más eficientes del mundo. Precisamente esa sea posiblemente una de las premisas de su felicidad. En su país la educación es gratuita y todos los daneses gozan de independencia y participación en su proceso de aprendizaje, y es que saben algo que la ciencia ya ha dicho: “el cerebro aprende mejor cuando experimenta y hace sus propias sugerencias que cuando recibe el conocimiento pasivamente”.
No vivimos en Dinamarca y es obvio que no iremos ahora todos a educarnos allí, pero si algo queda claro es el mensaje que se desprende de este sistema de educación: las personas debemos ser proactivas, no pasivas; en nuestras vidas debe haber siempre algo que nosotras mismas impulsemos, algo en lo que implicarnos y sentirnos orgullosas. Que nos lo den todo masticado en realidad no nos beneficia en nada, trabajemos por lo que nos ilusiona.
3. Libertad e independencia. En el alma danesa se arraiga profundamente un espíritu de autosuficiencia. El 70% de los jóvenes además de estudiar, con trece años ya trabaja y a los dieciocho la mayoría de esos jóvenes ya se ha independizado. Una educación que les exige pensar por sí mismos implica que logren suficiencia en su individualidad.
Con esto nos enseñan que para realizarnos y a nuestros proyectos debemos ser independientes. Esto no es no tener en cuenta a nada ni a nadie, pues eso sería un extremo que no nos llevaría a nada bueno, es una cuestión de no depender de los demás para todo, de saber espabilarse y de buscarse la vida para la consecución de nuestros objetivos. Esta libertad también se refiere a obviar la presión social, que en el fondo está más en nuestra cabeza que fuera. No importan tanto las apariencias ni el qué dirán, lo que importa es desinhibirse para prosperar en aquello que nos haga felices.
4. La igualdad de oportunidades. El sueño americano es, en realidad, danés, dice Malene Rydahl. La idea de que todos podemos crear nuestro propio éxito sin importar de dónde partamos es fundamental en esta sociedad. Quizá sea cierto que nuestra sociedad no es tan abierta a brindar a todo el mundo las mismas oportunidades de triunfar en el futuro, no obstante, a partir de las ideas anteriores de libertad e independencia debemos asumir un grado de responsabilidad mayor para alcanzar nuestro éxito. Eso es posible, en última instancia las oportunidades se las debe buscar y crear una misma.
5. Las expectativas realistas. Vivir según son las cosas, fluir con ellas, es estar sumido en la realidad. Las ambiciones desmedidas, los egos excedidos y todo lo que supone un grado desmesurado no tiene alcance. Soñar es gratis y fijarse metas altas en la vida es bueno, pero se debe tener conciencia de las dificultades que implican y de que muchos sueños no son más que eso, fantasmas que nos distraen de lo que nos puede completar.
Muchas veces es mejor apuntar a lo alcanzable, evitando la fácil decepción posterior a no alcanzar los proyectos que, por delirios de grandeza, pretendíamos asumir. Con esto, no debemos abandonar nuestras anhelos futuros, pero es necesario comprender que la vida es un aquí y un ahora, con miles de pequeñas cosas que pueden hacer de nuestro momento algo único y enorme si sabemos valorarlas.
6. Solidaridad y respeto a los demás. Dijo un político mexicano en una ocasión que el respeto por el derecho ajeno es la paz. En Dinamarca se pagan muchos impuestos pero nadie se queja, la gente se siente comprometida con el hecho de compartir y ser solidario. Esto no deja de ser una conciencia de conjunto, una idea de colectivo muy profunda en la mentalidad del pueblo danés que también podemos ver en la mentalidad sudafricana con su palabra Ubuntu, que significa “yo soy porque nosotros somos”. ¿Quién podría decir lo contrario a ese tipo de solidaridad?
No debe haber muchas cosas más bellas que el hecho de ver en el otro una extensión de uno mismo. Si todos nos reconocemos como iguales ayudar al prójimo es lo más fácil, no cuesta nada empatizar con él. Y en el fondo ayudar es ayudarse, la solidaridad genera satisfacción; no es raro que éste sea uno de los motivos de la felicidad danesa.
7. Equilibrio vida – trabajo. En Dinamarca una mayoría de gente sale de trabajar a las cinco de la tarde para pasar tiempo con su familia e hijos. Es importante lograr el equilibrio perfecto para que tu trabajo y tu vida no se interfieran entre sí.
En nuestra sociedad estresada puede parecer complicado, no obstante, debes asumir las riendas del momento y lograr tiempo para ti y los tuyos. No se trata de vivir para trabajar, trabajamos para vivir; es importante recordarlo y tener conciencia de ello. El trabajo es nuestro medio de vida, no nuestra vida. Ésta la encontramos ahí fuera, paseando en un día soleado, rodeándonos de las personas que más queremos y haciendo con ellas cualquier cosa lúdica o de interés que nos atraiga.
8. Relación con el dinero. Esto se corresponde en gran medida al punto sobre las expectativas. Los daneses no viven pensando en ser ricos, por eso viven más felices. Vivir sin la presión de una meta absurda proporciona a cualquiera una tranquilidad existencial inigualable. ¿Que por qué la firme voluntad de hacerse rico es absurda? Es tan sencillo como la vida; si logras lo suficiente para vivir bien y aún que te sobre algo con lo que ahorrar, viajar o disfrutar de pequeños placeres, ¿qué sentido tiene esa voluntad de querer más y más?
Hay países con pobreza extrema en el mundo, gente que pasa hambre y dificultades horribles, no obstante, en muchas ocasiones no es raro tener una imagen en que uno de estos auténticos sufridores sonríe. Entre éstos y la mentalidad de los daneses, se nos ilustra algo tan esencial como valorar lo que se tenga, ya sea poco, ya sea mucho. Siempre se puede tener más y siempre se puede tener menos. La cuestión reside en lograr estar bien con lo que ya hay –rendirse incluso a los beneficios de la vida minimal– y no obsesionarse por tener más cosas, por acumular más, pues en el fondo eso nos vuelve esclavos de una idea de posesión propia de un mundo consumista y estresado.
9. Modestia. ¡Qué habitual es encontrar en la sociedad occidental gente que, cuando le cuentas un problema, en lugar de buscar ayudarte o consolarte, te cuenta alguno de sus males, pretendiendo plantearlo siempre como más grave que el tuyo! Malene Rydahl dice que “para los daneses lo que cuenta es participar, no ganar”. De todo esto se desprende la obviedad de que la vida no es una competición y aún menos una lucha de egos.
Querer ser siempre más que los demás (en lo bueno y en lo malo) seguro que tiene que reflejar algún tipo de inseguridad o miedo a fluir y ser uno mismo. Por no hablar de que el compararte con los demás no te hace ningún bien. La modestia es una virtud fundamental para saber escuchar a los demás y no imponer, por encima de la suya, nuestra propia voz. Que hay momentos de escuchar y de ser escuchado es algo a tener siempre presente. Lo importante en la vida es vivir, no vivir siendo más o mejor que otros.
10. Igualdad de género. En Dinamarca no existen apenas tabúes de género y sexualidad –por algo está entre los 5 mejores países para ser mujer– y eso es algo de lo que sin duda debemos aprender. Estamos a medio camino, y la lucha por alcanzar la completa igualdad de género de la mujer todavía tiene un recorrido importante que hacer en muchos lugares de nuestras estructuras sociales, desde las laborales hasta las de ocio.
Con esto, apelamos a la libertad en todos sus aspectos y a que todo ser humano, sin importar su condición de género, sexual, de color, etc., cuente con los mismos derechos. Es una cuestión de justicia moral, estamos en el siglo XXI y ya hemos atravesado la puerta de los estigmas y los tabúes. Hablamos de una puerta a la libertad y al derecho de ser lo que cada cuál quiera, una puerta que ya se ha abierto y nunca más se cerrará.
Toda aquella persona que no sea capaz de avanzar y adaptar su mente hacia algo tan coherente y lógico como esto, todo aquél que se sienta abrumado ante estas ideas de libertad, que se aparte y calle viendo como sucede, pues toda oposición (teórica o práctica) a esto, ya no es más que un vano intento de negar la felicidad ajena y la propia.