Es primera hora de la mañana y te abres paso a empujones en el autobús, atestado de gente legañosa y malhumorada. Hoy tampoco hay asientos libres. Así que aunque estés en ayunas, toca poner a prueba tu equilibrio. De poner a prueba tu paciencia y tu capacidad de desenmarañar la madeja se encargará tu jefe. Un día más. Es temprano, pero sabes que hoy también saldrás más tarde de tu hora, así que cuando llegues a casa, exhausto, lo último que querrás será interesarte por cómo le ha ido el día a tu pareja.
Inmersos como estamos en un ritmo frenético, lo fácil parece dejarse arrastrar por la vorágine del día a día. Gestos tan sencillos como pedir las cosas por favor, dar las gracias o sonreír nos suponen un esfuerzo extra que no estamos dispuestos a hacer porque bajo presión todos somos más irascibles, y por qué no admitirlo, somos más irritables.
Sin embargo hacer ese pequeño esfuerzo de ser amables con la gente es la mejor receta para combatir ese espiral de negatividad. Sobre todo, porque la amabilidad es en realidad una inversión. Exceptuando algún espécimen antipático redomado, la gente agradece los buenos gestos con la misma moneda. De igual modo, esa sonrisa que mostramos al exterior nos beneficia interiormente.
(Sobrevivir) 24 horas siendo amable
Merece la pena el 'esfuerzo' de dar las gracias, pedir las cosas por favor y saludar a la gente con una sonrisa. La amabilidad es un boomerang y se propaga como un reguero de pólvora.
