Priorizando los propios tiempos, atendiendo nuestra vida, respondiendo a la realidad, al final hay muchas cosas que no salen o no salen cuando queremos que salgan. No solo por falta de tiempo material, sino porque a veces necesitamos desconectar, descansar y no hacer toda esa lista de cosas que creemos –estamos convencidos- que tenemos que hacer.
Sea como sea hay algo que no sale y, cuando no sale, aparece la frustración.
Eso que no sale puede ser el tiempo para una misma, el tiempo para trabajar en paz, el plan de acción que no termina de cuajar, la relación que no se mantiene a flote, el emprendimiento que se atasca, encontrar trabajo, entenderse con un familiar, ¡en fin! Cosas que no salen, muchas de ellas, además, no salen bastante de vez en cuando.
- Hoy no ha salido. Mañana no sale.
- Un día no sale ni por la tarde, ni por la noche.
- Otra vez que no me organizo.
- Otro día que termino enfadada conmigo misma y con el mundo.
Eso que no sale se repite una y otra vez y la frustración va llenando, gotita a gotita, una pequeña taza sobre nuestras cabezas.
No necesitamos tener una vida difícil para vivir en la oscuridad, basta con una pequeña combinación de autoexigencia y perfeccionismo
¿Qué notamos? Frustración, desesperación, soledad, desesperanza, tristeza, enfado, rabia, impotencia. La lista de emociones y sensaciones puede ser infinita, también a nivel corporal: agitación, ganas de llorar, nerviosismo, ansiedad.
¿Qué podemos hacer? Aceptar y responder va a ser siempre la clave, pero ¿cómo aceptamos algo que debería salir y no sale? ¿Cómo respondo a una situación que no tiene solución? ¿Cómo manejo una situación en la que física y mentalmente estoy abstraída de mí misma? Mi respuesta es: tiempo y espacio.
Seguramente cuando eso que quieres que salga no sale, tu respuesta física y mental va a ser inmediata, sobre todo si “no ha salido” varias veces. Es poco probable que podamos generar un espacio/tiempo antes de que ya estemos frustradas o alteradas, así que toca hacer una pausa en el instante en el que notemos que nos encontramos mal.
Quizás resulte más fácil de identificar un enfado intenso, las ganas de llorar o el nudo en la garganta que a veces acompaña la ansiedad. Si trabajas habitualmente tu atención plena, no será difícil darte cuenta.
Una vez que hayamos notado cuál es nuestro estado, hagamos una pausa para permitirnos sentir. Por eso el título de este texto es “tengo derecho a sentir frustración”, porque si además de lo ocurrido, nos quitamos el derecho a sentirnos mal, estaremos añadiendo peso a algo que ya pesa bastante por sí solo.
Tienes derecho a sentir frustración
Cuando notes frustración, desesperación, desesperanza, rabia o tristeza, recuerda que tienes derecho a sentir todo eso y más, porque eres humana y estás atravesando una experiencia humana.
La aceptación que yo siempre promuevo no solo se refiere a aceptar que no está pasando lo que queremos que pase o que esté pasando algo que no queremos que pase, la aceptación también se cultiva para abrazar la experiencia emocional como algo que forma parte de la vida:
"Acepto que mis emociones son libres y nacen espontáneamente, no tengo la culpa de estar enfada o sentirme triste, aunque sí puedo responder a ellas y hacer lo que esté en mi mano para regularme".
Aceptar y adaptar
Finalmente, una vez que:
- Vemos que algo no sale como esperamos
- Notamos cómo nos sentimos al respecto
- Aceptamos el estado como parte de la vida
Podemos dar respuesta a todo ello adaptándonos y utilizar ese tiempo y espacio que he propuesto para ello. ¿Cómo? En silencio, escuchando música, saliendo a pasear, tomando una ducha o cualquier otro hacer o no hacer que nos saque momentáneamente de la situación.
Utilizaremos esa distancia para razonar y sentir, reponernos físicamente a ese desequilibrio y establecer un plan que cubra nuestra necesidad de calma, tranquilidad, tiempo, etc.
Como tengo derecho a sentir frustración, puedo tomarme el tiempo que necesite para navegar sobre ella, zambullirme, mojarme, secarme y volverme a mojar si quiero. Soy humana y experimentaré.

Conoce tus herramientas
Es importante saber qué herramientas te funcionan a ti para esos momentos:
- Hablar con una amiga, con tu psicóloga o coach.
- Música o sonidos de la naturaleza.
- Escribir, dibujar, pintar o cualquier otra manualidad. En caso de que elijas escribir, puedes narrar qué ha ocurrido y cómo te sientes.
- Silencio, con el foco puesto en silenciar también la mente y honrar tu experiencia humana (aunque sea incómoda y desagradable).
Y definitivamente... Las cosas saldrán o no saldrán y tienen la capacidad de incomodarte y sacarte de tu centro. Tú eres responsable de tu respuesta –no siempre-, pero no eres culpable de no saber responder de forma efectiva o de que las cosas no hayan salido como esperabas. Estás haciendo lo mejor que puedes y tienes derecho a experimentar las cosas tal y como vienen.
Abrázate compasivamente. Y siéntete libre para tropezarte y errar tantas veces como sea necesario.
Se llama vivir, y aunque a veces se nos haga cuesta arriba, es un milagro que nos encontremos aquí