El término “emociones” suele englobar todo lo que pasa en nuestro psiquismo y que afecta a nuestro cuerpo. Pero, en realidad, hay muchas maneras en las que nuestra mente puede impactar en nuestro organismo y las emociones sólo son una faceta. Para el psicoanálisis, las emociones nunca son primarias ya que dependen siempre de un pensamiento. Por ejemplo, sólo sentiré vergüenza frente a determinado hecho si concibo ese hecho como algo vergonzoso.
¿Existen las enfermedades psicosomáticas? La enfermedad psicosomática está precedida, frecuentemente, por una neurosis de angustia y su vehículo es el sistema nervioso autónomo (que regula la frecuencia cardiaca, la tensión arterial, la digestión, etc.). En el caso de la enfermedad psicosomática, el trastorno produce una lesión orgánica (daño en el órgano) y, por tanto, deja de ser funcional.
La úlcera gástrica, por ejemplo, es considerada una enfermedad psicosomática
En la histeria, un conflicto psíquico reprimido puede provocar la reacción del sistema nervioso y causar una parálisis de un miembro, neuralgia, ceguera, disfagias (dificultad para tragar) o sensaciones anormales en la piel de calor, frío u hormigueo. Pero, ¿cómo pasa esto?
La somatización es a través del sistema nervioso somático que regula la motilidad de los miembros y la sensibilidad y los órganos de los sentidos (nuestro sistema de interacción con el exterior). En estos casos, una frase o una situación psíquica se expresa en el cuerpo, es decir, cuando un paciente dice “no puedo dar un paso más”, no sólo se siente detenido en su vida sino que realmente no puede permanecer de pie ni andar (pero en cambio sí que puede realizar todo tipo de movimientos activos estando sentado o tendido).
Los efectos del estrés
El estrés es nuestra forma de responder ante una situación conflictiva o problemática. Es algo inherente a la vida humana. Los “estresores”, aunque parezcan externos, siempre son internos. No nos estresa el jefe ni la sobrecarga de trabajo, nos estresa todo aquello que surge en nosotros a raíz de las situaciones vividas o fantaseadas, nuestros deseos no aceptados y nuestras hostilidades no reconocidas.
Frecuentemente, hablamos de estrés cuando lo que estamos es angustiados
¿Qué es la angustia? Es un estado de alerta constante, una anticipación del peligro. La angustia real nos protege, surge frente a un peligro externo real. En cambio, la angustia “neurótica” (sintomática) es frente a un peligro interior y no hay un objeto exterior que la cause.
La neurosis de angustia se puede presentar como la típica crisis o ataque de angustia (con palpitaciones, aceleración de la respiración, sudoración, sensación de muerte inminente o de volverse loco) o se puede presentar con síntomas somáticos, sin sensación de angustia, y con trastornos funcionales. En este segundo caso, se pueden producir arritmias benignas (bradicardia o taquicardia), crisis de asma, crisis de hipertensión, diarreas crónicas, vértigos (muy típicos) y/o dolores musculares generalizados (algunas fibromialgias).
Los efectos del estrés en el organismo son claramente reconocibles: nerviosismo, palpitaciones, irritabilidad, hiperventilación pulmonar, tensión muscular, sudoración, etc. Pero hay otros no tan evidentes como los cambios hormonales, metabólicos, neurofisiológicos y/o inmunológicos.
El estrés puede ser el precursor de enfermedades como la hipertensión arterial o el asma
¿Cómo abordar la angustia?
Cuando sentimos que la exigencia está por encima de nuestra capacidad de respuesta, nos angustiamos y decimos que estamos estresados. No se puede acabar con el estrés (la angustia) porque es una reacción protectora, pero podemos aprender a gestionarlo.
Cada uno es guionista, actor y director de su propia vida. Esto parece una perogrullada, pero tendemos a hacer responsable al medio externo de todo lo que nos sucede -o al destino o a la mala suerte-, lo que nos hace sentir incapaces de modificar las cosas. Asumir que somos gestores y constructores de la situación a la que hemos llegado, nos permite la maravilla de poder transformarla.
Lo más importante es la actitud ante la vida, no los hechos en sí mismos, sino la reacción que tenemos frente a ellos. La salud se construye y la salud física y psíquica son inseparables la una de la otra.