Una de las virtudes que ha dado al ser humano ventaja evolutiva sobre otras especies es su capacidad para anticiparse a los acontecimientos. Desde que tenemos consciencia de nosotros mismos y de nuestro entorno, hemos aprendido a predecir el clima y a programar las cosechas. Los economistas se adelantan a los cambios de ciclo y los expertos en tendencias pronostican lo que “se llevará”.
El problema viene cuando esa herramienta se usa para la vida personal en clave negativa y sin razones objetivas. Hablamos de las preocupaciones que devoran nuestro espacio mental y nos impiden disfrutar de lo que nos ocupa en el día a día.
Yo recuerdo que pasé mi infancia y adolescencia atormentado ante la idea de ir al servicio militar, que por aquel entonces era obligatorio. Influido por los relatos —muchos de ellos exagerados— de terribles humillaciones a los novatos, sumado a mi timidez, tuve durante años pesadillas nada más pensar en mi primera noche en el cuartel.
A la hora de la verdad, opté por la prestación social sustitutoria en un campo de refugiados bosnios, con condiciones de vida mucho más duras que en cualquier cuartel. Y no sucedió nada que fuera violento.
No hay mejor disolvente para el miedo y la ansiedad que ponernos a hacer algo de valor
Mirando a posteriori aquellos años de angustia, me doy cuenta de hasta qué punto nos desgastan las preocupaciones. Y, además, para nada. Estadísticamente, se ha comprobado que la mayoría de cosas que tememos nunca llegarán a suceder. Por ello, cuando nos enfrentamos a una repentina dificultad es mejor volcarnos en dar lo mejor de nosotros mismos, cambiar preocupación por acción y sentirnos bien cogiendo el toro por los cuernos. Y es que se padece más pensando en un naufragio que luchando con la nave para llegar a tierra.
¿Cómo combatir el miedo a lo que todavía no ha pasado?
Por lo tanto, cada vez que te asalte una preocupación, puedes hacerte las siguientes preguntas: ¿Qué seguridad tengo de que esto va a suceder? Y, en ese caso, ¿qué es lo más grave que podría ocurrir? ¿Sirve de algo preocuparme ahora? ¿Qué otra cosa útil puedo hacer ahora mismo, en vez de angustiarme por lo que tal vez sucederá?
No hay mejor disolvente para el miedo y la ansiedad que ponernos a hacer algo de valor, aunque no tenga nada que ver con nuestras preocupaciones. Cuando estamos activos, fluimos con la vida y logramos avanzar, dejando atrás nuestros miedos. Algunos temores seguirán latentes, pero su poder menguará porque no tendremos tiempo de ocuparnos de ellos.

Muchas personas viven torturadas ante la posibilidad de perder el empleo, la pareja o la salud, o de que sus hijos o familia puedan sufrir algún daño. Esta alerta roja no contribuye en nada a la calidad de vida de la persona, ni tampoco sirve para prevenir los verdaderos problemas, que a menudo vienen por donde uno menos lo espera.
Las preocupaciones son un ruido de fondo que no nos deja disfrutar de la música cotidiana. Y, de hecho, nos hacen sufrir más que los problemas reales. Eso mismo le pasó también a Michelle Poler, una joven originaria de Caracas (Venezuela), que en 2016 se propuso un reto que se volvió viral: enfrentarse a cien miedos durante cien días. Esa experiencia le cambió la vida, y ahora ha sacado un libro con las claves apra que transformes la tuya como lo hizo ella: Hola, Miedos.