Tras un año de pandemia, es claro ya el impacto psicológico que está teniendo la exposición intensa, prolongada y persistente a una situación de inseguridad. Nuestras estructuras y engranajes emocionales se resienten derivando en sentimientos de desasosiego, inquietud, miedo, ira, ansiedad, preocupación, tristeza, aislamiento, frustración, rabia, impotencia, soledad o angustia. Cada vez hay una mayor consciencia sobre los efectos de las desalentadoras estadísticas al respecto.
A los humanos no nos es posible luchar contra las emociones por cuanto éstas se hallan estrechamente ligadas a los pensamientos. Y si librar batalla contra los sentimientos es una guerra perdida, mucho más lo es hacerlo contra los pensamientos. Y si no, trata por un instante de no pensar en zanahorias. Puedes pensar en lo que desees excepto en zanahorias. Sólo en zanahorias ¡No! ¿En qué están pensando? … ¡Exacto! En zanahorias. Seguramente tu esfuerzo se ha invertido en pensar en “no pensar en zanahorias”. El mismo hecho de no querer pensar en algo, nos engancha y consolida más esa idea en nuestra mente. Y al no tener un absoluto control sobre nuestros pensamientos, tampoco lo tenemos sobre sus consecuencias emocionales.
Al no tener un absoluto control sobre nuestros pensamientos, tampoco lo tenemos sobre sus consecuencias emocionales
Tratemos de identificar –basándonos en la pirámide emocional de necesidades de Susan David, profesora del Harvard Medical School– los escalones que debemos trepar en clave de fortalezas y virtudes del carácter, y las correspondientes emociones que generan para afrontar cualquier situación devastadora –por ejemplo, una pandemia–.