Las cosas que hemos hecho y que hemos vivido forman parte de lo que somos, pero no nos definen. No porque hayamos tenido una relación que acabó mal estamos incapacitados para tener una nueva que funcione; no por haber estudiado a los dieciocho años una determinada carrera debemos amar a los cuarenta la misma profesión; no porque una vez hayamos fracasado significa que nunca lo podamos lograr. Sin embargo, la tentación de dejarnos definir por el pasado es muy fuerte. Lo que ya ha ocurrido parece la única realidad tangible, inamovible. Y es cierto que no podemos cambiar el pasado, pero sí podemos cambiar el lugar que le damos en nuestras vidas.
De hecho, el pasado puede ser una excelente fuente de aprendizaje o incluso proporcionarnos las fuerzas para salir adelante. Saber que hemos superado dificultades, nos da confianza para afrontar las que están por venir, reconocer los momentos en los que erramos, nos permite aprender de aquellos fallos para procurar no volver a repetirlos. Pero lo que no debemos dejar es que el pasado se convierta en la piedra angular de lo que somos, porque eso es negarnos a nosotros mismos la evidencia de que todos cambiamos y evolucionamos.
Hacer las paces con nuestro pasado, dejar de definirnos con etiquetas obsoletas que ya no tienen que ver con lo que somos ahora, son actitudes básicas para lograr fijar la atención en el ahora, en lo que queremos ser en este momento, en lo que deseamos para nuestro futuro y en lo que podemos hacer desde hoy para lograrlo. Porque el único lugar en el que puedes actuar es en el presente y para avanzar hay que hacerlo mirando al futuro, no al pasado.
Tu pasado no te define
Evaluarnos partiendo del pasado nos cierra a cambiar, a aceptar que con el paso del tiempo y que lo importante no es lo que fuimos, sino lo que queremos llegar a ser.

Tu pasado no te define