La espalda es una de las partes más atractivas del cuerpo, por mucho que a veces lo olvidemos por el simple hecho de que no la vemos cuando nos miramos en el espejo. Prestar atención a nuestra postura corporal, procurando mantenerla erguida y tonificar los músculos con ejercicio para evitar contracturas son dos excelentes maneras de cuidarla.
Pero, además, también debemos prestar atención al aspecto y la salud de la piel. Con tendencia a ser más grasa que la de otras partes del cuerpo, en la espalda son frecuentes los puntos negros y los granitos e incluso el acné si somos propensos a él. Por ello, es importante exfoliar la piel de forma regular, una vez al mes o cada dos semanas, para ayudar a eliminar las células muertas y regenerarla. La exfoliación podemos realizarla tanto con mascarillas caseras como con productos específicos, teniendo siempre en cuenta las características de nuestra piel para no usar fórmulas que puedan irritarla.
Ducharnos con agua templada para ayudar a abrir los poros y utilizar un cepillo con mango para llegar cómodamente a las zonas de la espalda más inaccesibles con las manos nos ayudará a mantener la higiene de la piel y a evitar que aparezcan impurezas. Además de la limpieza y la exfoliación también, como en el resto de la piel, es importante la hidratación por lo que no hay que olvidar aplicar después de la ducha o el baño una crema nutritiva.
Durante los meses de verano, en los que a menudo tenemos la espalda al aire en la playa o la enseñamos en parte con tops y vestidos con oberturas o tirantes, es básico no olvidar aplicar crema protectora en la espalda, haciendo especial hincapié en la zona de los hombros y, si llevamos el pelo recogido, la nuca.
Una espalda suave y cuidada
Aunque a menudo sea la gran olvidada en nuestros cuidados diarios, la piel de la espalda necesita tratamientos específicos, especialmente en verano.
