El tomate es sin duda uno de los alimentos mediterráneos por excelencia. Presente en ensaladas, en sofritos, en salsas, en sopas y cremas frías y calientes o incluso en zumos, esta solanácea es un signo identitario de nuestra gastronomía gracias a su versatilidad y a su sabor, que puede degustarse tanto cruda como cocinada. Pero también, gracias a sus propiedades nutricionales que hacen de él un fruto muy interesante para incluir en la dieta.
Muy rica en licopeno, esta hortaliza proporciona una gran cantidad de antioxidantes con capacidad para luchar contra los radicales libres y frenar la oxidación celular, además de contar con propiedades antiinflamatorias, anticancerígenas y cardioprotectoras, y ser una buena fuente de fibra, vitamina C, vitamina K, potasio, folato y ácido fólico.
Al tomate se le considera un alimento muy saludable y de sabor umami
¿Y por qué nos gusta tanto? Probablemente porque tiene el orgullo de ser considerado un alimento de sabor umami, una palabra de origen japonés que significa “sabor delicioso” o “sabor agradable”, capaz de mejorar el gusto de los alimentos que acompaña. Por ello, y a diferencia de muchas otras verduras y hortalizas, el tomate suele ser bien aceptado incluso por los más pequeños de la casa y representa una excelente manera de ampliar la cantidad de productos vegetales tanto en la dieta de niños como en la de adultos.
De hecho, los vegetales deberían ocupar la tradicional posición que los cereales han tenido injustamente, y desde hace décadas, en la pirámide alimentaria, situándose en la base. Un reclamo que ya hace años que numerosos dietistas-nutricionistas están realizando y que también tiene el soporte de importantes instituciones como la Universidad de Harvard.

¿Todos los tomates son iguales?
Aunque son originarios de América, los españoles fueron los primeros en introducirlos en Europa hace unos siglos y, a día de hoy, se estima que existen unas 20.000 variedades de tomate en todo el mundo, con importantes diferencias de tamaño, de sabor y de textura.
Sin embargo, es importante tener en cuenta que tanto sus propiedades como su sabor dependen de varios factores: la variedad cultivada, el modo de cultivo (riego, fertilización y clima), el momento de cosecha, así como el tipo de conservación.
Es fundamental consumir tomate de proximidad para reducir la huella de carbono y favorecer la economía local
Desde un punto de vista ambiental, además, es crucial consumirlos de proximidad para reducir la huella de carbono y favorecer la economía local. Eso significa poner conciencia en el origen de los alimentos, coger el hábito de leer las etiquetas, preguntar al frutero y descartar activamente aquellos productos importados de la otra punta del planeta que, paradójicamente, tengamos disponibles en los cultivos nacionales ¿Por qué comprar un tomate de origen marroquí o turco si vivimos en España y somos uno de los principales países productores de este fruto?
Debemos tener en cuenta que el consumo de proximidad representa una de las formas más efectivas que tenemos los consumidores de luchar contra el cambio climático y poner nuestro grano de arena en la transformación hacia un modelo productivo mucho más saludable y sostenible.

Se acaba el verano… ¿no es sostenible comer tomates hasta el año que viene?
Aunque se trata de un fruto de verano, nos hemos acostumbrado a comer tomates todo el año. Y hay dos motivos que explican que la oferta de esta solanácea sea constante desde enero hasta diciembre: por un lado, la importación de tomates de origen extranjero que provienen de países del hemisferio sur, que disfrutan de calor mientras en el norte transitamos las estaciones más frías del año. Y, por otro lado, la producción de tomates de origen nacional provenientes del cultivo de invernaderos solares.
Estos últimos, a diferencia de los importados, sí cumplen con los preceptos de la agricultura sostenible recomendados por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), ya que incluyen el respeto al medio ambiente, así como la seguridad, la calidad y la trazabilidad de los cultivos. Sin olvidarnos de su sabor. No en vano, algunas de las variedades más gourmet del mercado, como los tomates RAF, únicamente se producen en los invernaderos solares, donde encuentran las condiciones más apropiadas para su cultivo.
Los invernaderos solares representan una alternativa segura, saludable y sostenible para comer tomates durante todo el año
Se trata de hortalizas cultivadas bajo abrigo en Almería y Granada a través de un sistema avanzado y pionero que utiliza el sol como única fuente de energía, sin sistemas de calefacción o iluminación artificial, como suelen utilizarse en superficies invernadas de otras zonas.
Las privilegiadas condiciones climatológicas de esta zona del sur de España, con un clima templado, una gran cantidad de horas de sol al año y la presencia de aguas subterráneas, ha favorecido la expansión de este revolucionario y eficiente modelo agrícola capaz de proporcionar alimentos saludables a 500 millones de habitantes en periodos en los que la producción continental no es viable debido a las bajas temperaturas y a la falta de luz.
Es por todo ello que vale la pena romper con los falsos mitos que todavía persisten contra los invernaderos, ya que son una alternativa segura, saludable y sostenible a tener en cuenta, tal y como demuestra la campaña Cutesolar, cultivando el sabor de Europa en invernaderos solares.
En definitiva, que acabe el verano no significa que debas renunciar al sabor y a todas las bondades de los tomates por una cuestión de sostenibilidad. Los de los invernaderos solares españoles son una magnífica opción para seguir consumiendo este alimento tan saludable de manera respetuosa en cualquier momento del año. Y, por supuesto, sin renunciar al sabor.