En plena pandemia, y con una crisis ecológica que ya comienza a despuntar, la industria de la moda rápida continúa produciendo toneladas de ropa. El resultado no es solo la gran cantidad de productos que tenemos a nuestro abastecimiento, sino una enorme industria cuyo modelo es insostenible al depender, en gran medida, del uso de fibras sintéticas baratas que se producen partir de combustibles fósiles como el petróleo y el gas. La historia, desde finales del siglo XX, es siempre la misma: ropa que aparece y se destruye en cuestión de semanas. Vertederos llenos de poliéster. De hecho, al año se tiran a la basura 16.030 toneladas de ropa, un 811% más que en 1960, según un informe de la Agencia de Protección Medioambiental. Realmente, ¿necesitamos tanta ropa?
Solo tenemos que acercarnos a cualquier centro comercial para ver la rapidez con la que llegan las “nuevas colecciones”. Nuevos tejidos pero viejos paradigmas: los de una fast fashion en la que la vida del producto apenas dura unos cuantos meses por su baja calidad. Según Carmen Sáenz Varona, fundadora de ‘Best for less’ (una plataforma de compraventa de ropa y complementos de segunda mano), "solo utilizamos entre el 30% y el 40% de nuestro armario".
Usamos una prenda una media de 5 veces antes de desecharla
Fruto de esta producción desmesurada, en cuyo proceso se liberan millones de partículas tóxicas al planeta, y de un consumo compulsivo de ropa barata y de baja calidad, nos encontramos con un panorama bastante preocupante para el medioambiente. Según el informe de la Agencia de Protección Medioambiental, al año cada persona compra una media de 68 prendas.
Ahora bien, todo hace indicar a que cada vez existe una mayor conciencia sobre la cantidad de ropa que compramos y bajo qué modelo ha sido producida. La pandemia ha ayudado incluso a que nos replanteemos cuánto de todo lo que tenemos es realmente necesario. Los cambios de armario han sucedido a la velocidad de la luz, y la ropa que ya no queríamos ha acabado, en su mayoría, en contendedores de reciclaje o a través de otros medios de compra-venta de ropa de segunda mano. Es decir, que la economía circular, aunque en pequeña escala, se mueve ya dentro de la moda con bastante autonomía, tratando de alargar al máximo la vida útil de los productos, los materiales y los recursos.
El uso masivo de plástico en el textil tiene graves consecuencias no solo para el planeta, también para nuestra salud
Por ejemplo, el confinamiento ha hecho que muchas personas se paren a mirar sus armarios. La necesidad de eliminar lo que no queremos y vivir con lo mínimo está presente como una filosofía de vida más sostenible y respetuosa con el medioambiente. Surgen así los armarios cápsula, para aquellos que prefieren vivir con lo justo y necesario, De hecho, a la conciencia ambiental, se une también la necesidad de ahorrar tras la crisis de la Covid-19 que deja un panorama de lo más incierto en miles de hogares.
Así, la tendencia hacia el reciclado, la reventa, el alquiler o la reparación, que ya se vislumbraba en años anteriores, ha tenido este 2020 su gran auge. Según un informe sobre moda circular publicado Micolet en colaboración la empresa WeAreTesters, el 32% de los consumidores afirma que reducirá su gasto en moda y complementos.
Nueva etapa para la moda circular: tirar la ropa es la última opción
Según dicho estudio, el 68% de la generación Z ha hecho limpieza de armario durante el confinamiento. Es decir, que existe un interés por renovar o bien deshacernos de lo que ya no nos aporta ningún valor, probablemente, porque al ser prendas en su mayoría hechas bajo el modelo fast fashion, con el paso del tiempo se observa su deterioro fruto de la baja calidad con la que se elaboran estos tintes y tejidos tóxicos.

Ahora bien, ¿dónde ha ido toda la ropa descartada en las limpiezas de armario? Por lo general, los consumidores buscan opciones sostenibles antes que desechar por completo la ropa que ya no usan. La venta de segunda mano, las donaciones, el reciclaje y regalar las prendas a las personas allegadas son las opciones más habituales. Todas ellas implican el otorgar una segunda vida a las prendas de distintas formas.
¿Por qué compramos tanta ropa?
Actualmente, el 67% de nuestras prendas son de marcas fast fashion (versión high-street y low cost). A pesar de su baja calidad, más de la mitad de las mujeres afirma que sus compras son motivadas por precios bajos. Pero, ¿qué ocurre pasado un tiempo cuándo las prendas pierden calidad? Siempre aparece la misma cuestión de fondo: “Tengo un armario lleno de ropa y nada que ponerme”. En ese sentido:
- El 55% de las mujeres siente que no tiene nada que ponerse
- El 40% de las mujeres cree que tiene demasiada ropa
- El 46% de las mujeres admite tener prendas sin estrenar en el armario
- El 67% sabe que en su el armario hay prendas que saben que no usará más
No hay ninguna duda de que hay personas que viven conectadas a las nuevas tendencias, pendientes de la temporada de otoño, la de invierno y un largo etcétera de novedades que saturan el mercado. El exceso de ropa, además de ser un peligro para el medioambiente, siendo la industria textil la segunda más contaminante del mundo, es también un escaparate inmenso para aquellas personas que viven de las compras compulsivas, sin ser conscientes que realmente se pueden establecer relaciones sanas y minimalistas con el dinero.
De hecho, según el informe de Micolet, la web de compra-venta de ropa de segunda mano, el 26% de las mujeres compra por necesidad, el 54% de las mujeres compra por los precios bajos y el 18% de las mujeres compra por capricho.
El impacto ambiental de la fast fashion
Aunque, como ya vemos, la fast fashion aún no ha dejado de crecer en nuestros armarios, por suerte existen modelos alternativos como la segunda mano, que ya supera el estigma social abierto hace años. Según la firma de lujo sostenible, Borow, 2022 será el año del despegue de este modelo circular de negocio que ya ocupa a nivel mundial el 3,5% del mercado y que crecerá en los próximos años hasta llegar al 23% del total. En Borow encontramos de todo: desde vestidos, hasta trajes para bodas y bautizos, y todo ello en formato alquiler para reducir al máximo la aceleración y el modo usar y tirar que proclama la fast fashion.
Según el estudio “Circular Business Models” llevado a cabo por la Ellen MacArthur Foundation, la industria de la moda debería reducir las emisiones de CO2 en aproximadamente un 50% —lo que se traduce en 1.100 millones de toneladas— de aquí a 2030 para contribuir a limitar el calentamiento global a 1,5 grados.

Y si la reventa, el alquiler, la reparación y la reedición alcanzan una cuota de mercado del 23% de aquí a 2030, se produciría una reducción global de las emisiones de CO2 de hasta un 16%, lo que supondría hasta un tercio de la reducción necesaria para estar en el camino de los 1,5 grados.
Pero, ¿por dónde empezar? ¿Sabías cuánto puede llegar a contaminar un solo vaquero mientras se produce? En ocasiones nos olvidamos del impacto ambiental que supone la fabricación de prendas nuevas:
- 1 camiseta equivale a 2.500 litros de agua, es decir, 13 duchas de 10 minutos.
- 1 deportivas equivalen a 5,74 kg de CO2, es decir, 292 árboles absorbiendo C02 durante un día.
- 1 vaquero equivale a 8.000 litros de agua, es decir, 40 duchas de 10 minutos.
- 1 bolso sintético equivale a 1,77 kg de CO2, es decir, 90 árboles absorbiendo C02 durante un día
Estos datos ponen en contexto el por qué la industria textil es la segunda más contaminante del planeta. Además, las fibras sintéticas que se utilizan en su elaboración continúan siendo el elemento más utilizado para su elaboración, representando más de dos tercios (69%) de todos los materiales utilizados en la industria textil, y se espera que alcance casi las tres cuartas partes en 2030.
“Las fibras sintéticas baratas no solo facilitan la producción de ropa de baja calidad que termina como desperdicio, sino que también perpetúan la dependencia de la industria de la moda de la extracción continua de combustibles fósiles en medio de la actual emergencia climática”, explican los autores del informe 'Sintéticos anónimos: la adicción de la industria de la moda a los combustibles fósiles', publicado por la Fundación Changing Markets en junio de 2021.
Qué ofrece la moda circular
¿Qué pasaría si todos promoviéramos una moda sostenible y circular en la que el intercambio, alquiler o reciclado de prendas fuera la norma a seguir? ¿Te imaginas los efectos para el planeta de que casi 1 de 4 personas opten por la moda circular?
Pues bien, la realidad es que, solo con que un modelo de alquiler llegue a los 100 usos, las emisiones de CO2 pueden llegar a reducirse en torno al 40%. Y eso, teniendo en cuenta las posibles emisiones adicionales de CO2 de los procesos específicos del modelo de alquiler (limpieza, secado, transporte y logística).
La clave es que consigue una importante reducción de las emisiones procedentes de la producción y el procesamiento al final de la vida útil en comparación con el modelo lineal, al no tener que crear tantos productos para conseguir el mismo número de usos totales. Una alternativa que ya nos permite imaginar un escenario habitado por el respeto al medioambiente, donde las dinámicas, lejos de la rapidez del mercado, caminan hacia lo slow, lo eco y lo consciente.