La soja ya no es solo una opción veggie. Detrás del consumo de este tipo de legumbre existen diferentes realidades y resistencias. Su boom no se debe únicamente a las recetas en las que se recomienda la soja como un producto natural y ecológico del que salir airoso. Existe toda una historia detrás de este alimento. De hecho, que la producción mundial de soja sea más del doble que en 1997 no es ninguna casualidad, ni tampoco un hecho que pase desapercibido ante nuestro ecosistema. Responde a un factor clave: cada vez consumimos más productos de origen animal. Como consecuencia, para abastecer la fiebre de granjas de cría intensiva productoras de carne y productos lácteos se utiliza soja. Su producción se ha multiplicado desde que en 1990 se introdujeron semillas genéticamente modificadas tolerantes a los herbicidas. Una rápida expansión de monocultivos que está desforestando algunos de los entornos con mayor biodiversidad del Planeta.
La Amazonia y los bosques del Cerrado y el Gran Chaco en América del Sur son algunas de las zonas que más están sufriendo las consecuencias de que la Unión Europea sea el segundo mercado de exportación más importante de soja después de China. Es en estos territorios de América del Sur donde las grandes industrias agroalimentarias explotan el suelo, degradando la biodiversidad con el fin de producir enormes cantidades de soja, las cuales posteriormente se utilizan como pienso animal. Sobre todo, teniendo en cuenta la gran necesidad que se tiene en países como España, en el que el consumo de carnes se ha disparado desde la segunda mitad del siglo XX. Si según la FAO en la década de 1960 la disponibilidad de carne era de 21,77 kg per cápita y año, en 2016 alcanzó los 90 kg.
No es de extrañar entonces la realidad que revela un informe de Greenpeace titulado ‘Enganchados a la carne. Cómo la adicción de Europa está alimentando la emergencia climática’. En él se muestra el uso final de la soja, que una vez más, nos descubre cómo un 87,4 % de la soja mundial se destina a piensos, un 7 % a comida y un 5,6 % para biodiesel.
Graves consecuencias de la agroindustria para nuestro planeta
La soja se sirve en platos. La soja se cocina. Pero la soja también se produce a gran escala, en espacios verdes que se queman y se talan para que únicamente brote esta legumbre que degrada los bosques y la biodiversidad del sur de Latinoamérica.
Esta es la verdadera cara de la soja a la que Ecologistas en Acción da voz a través de su web 'Los rostros de la soja'. Un espacio en el que podemos descubrir, paso a paso, cómo la expansión agrícola es el principal impulsor de la deforestación de los bosques y la consiguiente pérdida de biodiversidad, aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y pérdida de medios de vida de las poblaciones indígenas y campesinas. Todo ello solo hace que agravar la gran crisis climática que ya arrastramos y el posible colapso al que muchos expertos ya advierten que se dirige nuestro Planeta.
La agroindustria —principalmente la soja, la ganadería y la palma aceitera— es la causante de más del 80 % de la deforestación tropical en el mundo.
Así que el problema no es solo el consumo de la soja, sino el agronegocio que esconde este tipo de alimento. Si prestamos atención al proceso de explotación de la tierra en zonas como Brasil, Argentina, Paraguay y Bolivia, comprenderemos por qué es tan pernicioso para el Planeta y las comunidades locales.
Funciona de la siguiente manera. El patrón más usado para la explotación de soja consiste en despejar la vegetación nativa extrayendo, primero, la madera para luego, a través de las quemas, liberar el espacio para pastizales y colocar ganado. Después la tierra es vendida o alquilada a un precio más alto para la producción de soja.
En consecuencia, el cultivo de soja provoca indirectamente un cambio en el uso de la tierra al empujar la ganadería hacia las zonas fronterizas. Otro efecto indirecto es la subida de los precios de la tierra, que empujan a la población local hacia espacios marginales.
Antes hacíamos referencia a las grandes emisiones de gases de efecto invernadero que implica este tipo de monocultivos y, como todo, también tiene su explicación. Según el Informe del IPCC del 2019, "el cambio de uso de la tierra es responsable del 12 % de todas las emisiones de GEI; dos tercios de las cuales proceden de la deforestación tropical, cuyo principal impulsor es la expansión agroindustrial de la soja".
Además, para mantener la explotación masiva de este tipo de alimento, en la mayoría de los casos se utilizan transgénicos y grandes cantidades de fertilizantes químicos y biocidas, como el glifosato, que ya ha sido clasificado por la Organización Mundial de la Salud como “probablemente cancerígeno para los seres humanos”. El uso de estos herbicidas tóxicos añade graves impactos en la salud y el bienestar de las comunidades locales y aledañas, contaminando las aguas y dañando el ecosistema.
Cambiar el aceite de palma por el de soja: todo un error
Es bien sonado que el cultivo de aceite de palma provoca numerosos problemas para la biodiversidad y la naturaleza mediante de la deforestación y la destrucción de habitas naturales. Su uso como biocombustible produce tres veces más emisiones de gases de efecto invernadero que el diésel fósil. De hecho, la UE ha declarado insostenible el biodiésel de Palma y propone que se elimine como biocomobustible para 2030.
Entonces, ¿cuál es la alternativa? Desde las organizaciones ecologistas ya luchan para que no sea intercambiado por el aceite de soja, el cual también puede llegar a ser insostenible. A día de hoy, la soja ya es la materia prima que sirve de base para el 26 % del biodiésel que se consume en el mundo. Para el caso del Estado español, el diésel que se consume lleva hasta un 7 % de biocombustibles que, en su mayoría, provienen del aceite de soja y de palma.
El biodiésel hecho a base de soja emite dos veces más emisiones de gases de efecto invernadero que el diésel fósil. Esto se debe a que cultivos como la soja están asociados a la deforestación y destrucción de biodiversidad.
Estas son algunas de las consecuencias e impactos que el aceite de soja para biocomobustibles tiene en nuestro Planeta:
- La extensión de monocultivos de soja en América del Sur también provoca deforestación y pérdida de biodiversidad.
- Entre 1998 y 2018 se han deforestado una media de 2 millones de hectáreas al año.
- Supone una amenaza para especies animales
- Esquilma los suelos y contamina el agua
- Obliga a las comunidades indígenas y campesinas a desplazarse
- Producir un litro de biodiesel a partir de soja requiere 14.000 litros de agua
- Su uso como biocombustible produce dos veces más emisiones de gases de efecto invernadero que el diésel fósil
El aumento de las emisiones se debe a que "estos cultivos conllevan un cambio indirecto del uso de la tierra, lo que supone tantas emisiones de CO2 a la atmósfera que han hecho que el sector del transporte aumente en un 4 % sus emisiones en la UE en lugar de disminuirlas. Sería mejor llamar agrocombustibles a estos “biocombustibles” que no son bio", explican desde Ecologistas en Acción.
Las exigencias hacia el Gobierno de España ya se han puesto en marcha desde esta organización para que elimine el uso de biocombustibles y apueste por una transición ecológica en la que, como indican "se cultive para alimentar a personas, no a coches".
Las alternativas pasan también por apoyar las plataformas en contra de nuevas macrogranjas, optar por la ganadería sostenible y consumir menos productos de origen animal. Esta es la realidad de la soja que puede cambiar (o no) el mundo.